🔸Adorable🔸

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No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que el auto se detuvo nuevamente. No me atreví a hablar en el camino por temor a que ese hombre me matara, pero tenía toda la intención de preguntar sobre la mujer de la que había hablado, la que según es jefe.

—¿Cómo se siente, padre? ¿Listo para conocer el infierno? — estalló en risas, tirando de mi brazo y obligándome a caminar con él.

Tropezando con mis propios pies, me dejó caer en lo que supuse era una cama, la suavidad y la textura acolchonada me dio a entender que así lo era. Al quitar la bolsa negra de mi cabeza, me di cuenta que estaba en una habitación demasiado elegante y limpia. Lo primero que observé fue la ventana, pero las ramas de los árboles cubren lo que hay más allá de ellos.

—Póngase cómodo, disfrute su estancia en la casa.

—Espera... — lo detuve—. ¿Dónde estamos? ¿A quién pertenece esta casa?

—A mi jefe, ya se lo había dicho. Supongo que ella vendrá en cualquier momento a verlo — sonrió ladeado antes de salir de la habitación.

¿Quién es esa mujer? Y lo que no me dejado de preguntar, ¿para qué me ha traído a este lugar?

La habitación es muy amplia, bastante diría yo. La cama es grande y los muebles que se aprecian a simple vista que son caros me dan a entender que la dueña de esta casa posee dinero y estatus. Estamos en la segunda planta de la casa, por lo que los árboles se extienden a los alrededores de una manera casi ordenada y tupida. Desde el balcón se aprecia una piscina y una especie de casa con paja que cuenta con una mesa amplia y sillas de cuero a su alrededor. ¿Quién será esta mujer? La intriga me está poniendo cada instante más nervioso.

Me quedé sentado en el borde de la cama en la espera de la mujer, pero entre más pasaban los minutos, más se iba haciendo de noche. El atardecer estaba a punto de darle paso a la oscuridad, por lo que me empezaba a preguntar qué tan cierto era que la mujer vendría a verme. Supongo que ya tendré oportunidad de hablar con ella mañana, pero ahora ¿cómo hago para salir de aquí? No puedo quedarme en esta casa, menos cuando nadie ha venido para explicarme el por qué estoy aquí.

—Buenas noches, señor. La señora me ha pedido que le traiga este traje — me informó una mujer de avanzada edad, bajando la mirada al instante en el que fijó sus ojos en mi cuello—. Discúlpeme, padre, no sabía que era...

—No te preocupes. Dime algo, ¿es necesario que use ese traje tan costoso? Así me siento muy bien, además, no planeo quedarme más tiempo en esta casa. Debo volver a mi iglesia.

Suspiró profundamente, dejando el traje sobre la cama de manera perfecta y delicada.

—Lo siento mucho, padre, órdenes son órdenes. La señora lo espera en veinte minutos en el comedor. Y es mejor que se cambie. Lo esperaré afuera para llevarlo con ella. Permiso — se inclinó, dio media vuelta y salió de la habitación.

No está bien de mi parte hacer desplantes, pero no conozco a la señora como para cambiarme de ropa. Decidí echarle un corto vistazo al traje, pero al darme cuenta lo costoso y fino que se ve, lo dejé nuevamente en su lugar. Lo que menos quiero es que vaya a dañarse y luego tenga que pagar por cosas que no he pedido que me den. Lo mejor es terminar con esta situación lo más pronto que se pueda. Esa mujer no puede ir por la vida secuestrando con curas. Si necesita algún servicio, lo mejor será que haga formalmente la solicitud ante el obispado.

—¿No piensa cambiarse, padre? — inquirió la mujer, dándome una mirada rápida.

—No quiero ser grosero, pero es que no comprendo qué hago aquí. Así que no creo conveniente usar un traje tan costoso como esos.

Varios suspiros salieron de su boca, como si estuviera diciéndose algo para sí misma.

—Bien, venga conmigo, padre — emprendió camino escaleras abajo y la seguí—. Esa mujer está cada día más loca...

La seguí en completo silencio, observando la casa con gran asombro. En definitiva, la dueña de esta propiedad es una mujer rica y de gustos bastantes extravagantes. El dinero y el lujo brilla por cada rincón. La mujer me guio por una sala que comunica con un comedor hasta que se detuvo a unos cuantos pasos de una mujer enfundada en vestido tan rojo como la misma sangre.

La mujer mayor le dijo algo a ella en un idioma que no entendí, más ella solo se limitó a quedarse en silencio y encogerse de hombros. No supe qué decir por un momento, así que despejé mi garganta y me  dispuse a hablar con ella tan pronto la mujer nos dio privacidad.

—Buenas noches. Creo que ha habido una confusión, señorita. Un hombre me ha traído hasta esta casa sin darme razones, así que me gustaría saber por qué estoy aquí. Si se trata de alguna boda o de algún entierro, eso debe hablarlo con el obispado de mi zona y pedirle una solicitud directamente a él para adquirir alguno de nuestros servicios como curas. Ahora, no creo que traer a un padre bajo amenazas y secuestrarlo sea lo más correcto de hacer. No sé cuáles sean sus intenciones, pero...

—Ahórrate la saliva, padre Logan — se dio la vuelta, esbozando una sonrisa maliciosa que me sumergió en un mar de aleteos en mi pecho que me resultan imposibles de controlar—. ¿Tiende a llevar la contraria siempre? Pensé que eras un hombre obediente. No importa, así sigues luciendo igual de bien y comestible.

—S-Samantha — balbuceé, preguntándome a dónde se habrá ido mi voz.

—¿No me digas que también tenías las mismas ganas de verme, padrecito? — relamió sus carnosos y rojos labios, transportando mi mente a todos esos pensamientos lujuriosos que creía ya no tendría jamás—. Bienvenido a mi dulce morada. Espero te sientas como en casa, porque de ahora en adelante, adorarás de rodillas a tu verdadero Dios desde aquí — señaló el piso a sus pies, terminando de asesinarme con su sonrisa diabólicamente adorable.

Perdición[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora