Después de salir de la mansión, llegamos a una especie de pista y abordamos lo que en su momento creí que era un avión, pero mucho más pequeño. Los nervios afloraron en la boca de mi estómago a pocos instantes de que la avioneta se alzara en vuelo.
—¿Todo bien? — inquirió ella, dejando su teléfono a un lado.
—Sí... estoy bien — mentí.
—Bien — sonrió ladeado, volviendo la vista a su teléfono.
Hice de tripas corazón para no soltar lo que en realidad estaba pensando y sintiendo. A medida que la avioneta fue avanzando para elevarse, mi corazón se aceleraba sin control. La avioneta no subió tan alto como lo había pensado, pero sí lo suficiente para hacerme sentir mareado y nervioso por la distancia en la que me encontraba de la tierra.
Estando en los cielos me di cuenta lo lejos que la casa se encontraba de la ciudad, pues los edificios se veían muy pequeños. Eso quiere decir que el pueblo en el que nací queda bastante cerca.
Luego de treinta minutos en la avioneta, esta misma descendió en una pista cercana a una casa pequeña. Samantha fue la primera en bajar, dejando indicaciones a los hombres de seguridad mientras le seguía los pasos. Al entrar a la casa, un hombre la recibió con un fuerte abrazo y un beso que me incomodó más de lo normal. Fue tan cerca a sus labios, a esos labios que siguen estando frescos sobre los míos.
—¿Ahora viajas de la mano de Dios? — mencionó el hombre, rodeando su cintura con un brazo.
—Es el único que nos cuida, ¿no?
—Desde luego, pero... — le susurró algo al oído que la hizo reír.
—Manten tus manos en su lugar o el padre se puede llegar a asustar, Cavalli — me miró por encima de su hombro—. Lo necesito centrado en sus oraciones.
Tragué el nudo amargo que se formó en mi garganta. Parecen ser muy íntimos, supongo que son más que amigos. La manera en que él la mira, la mantiene cerca a su cuerpo y le dice cosas al oído que no puedo alcanzar a escuchar me molesta más de lo que soy capaz de confesar en voz alta.
—Terri, lleva al padre a su habitación — le dijo a uno de sus hombres después de un rato.
—¿Puedo hablar un segundo contigo? No te quitaré mucho tiempo — me adelanté a decirle.
—Habla con el padre. Te espero afuera para irnos — volvió a dejar un beso muy cerca a sus labios, rozando con intensión la piel descubierta de su cadera—. Permiso, padre.
—Adelante.
¿Qué es esto que estoy sintiendo? Me pregunté, tratando de no entrar en guerra contra la razón. Tan pronto el hombre nos dejó a solas, ella no perdió el tiempo de acercarse a mí. Tenerla tan cerca a solo centímetros de sentir el calor que emana de su cuerpo, me llevó a recordar ese beso que me dio horas atrás.
—¿Qué eso que necesitas decirme y no puede esperar, padre?
Me quedé mirándola sin encontrar las palabras. En realidad no tengo qué decirle, pero por alguna extraña razón no pude controlar a mi boca hace un instante.
—¿Por cuánto tiempo nos vamos a quedar aquí?
—No lo sé, tal vez unos días. Estamos aquí de paso, pero trataré de dejarte ir lo más rápido posible.
—¿Vas a salir a algún lugar? No deberías hacerlo si estás corriendo peligro.
—Me sé cuidar, además, Cavalli va conmigo.
Un silencio incómodo nos rodeó. Ninguno de los dos sabíamos qué más agregar a una conversación que se sintió forzada y tensa.
—Muy bien — suspiró—. Trata de descansar. Volveré en un par de horas.
—¿Puedo acompañarte? — fue lo que dije sin saber muy bien por qué.
—No, no puedes venir conmigo.
—¿Por qué no? Puede que sea de ayuda — me encogí de hombros.
—Voy a tener que usar métodos que no te van a gustar en lo absoluto, padre.
—¿Cómo cuáles? — mi corazón se saltó un latido ante mi descaro, y el calor que recorrió mi cuerpo me hizo sentir lleno de vida.
—Date una ducha y trata de dormir. Pediré que traigan ropa para ti — jugando con el rosario en sus dedos, cruzó por mi lado y salió de la casa sin decir nada más.
Me quedé ahí de pie por largos segundos sin saber a dónde ir o qué hacer en una casa ajena. Terri, uno de sus hombres de seguridad me guio a la única habitación que hay en la casa y trajo consigo una muda de ropa para mí. Luego de mostrarme el baño, salió de la habitación, dejándome solo y sin darme razón a dónde se había dirigido ella.
Aunque no soy de usar ropa casual y de tonos claros, no tuve de otra que ponerme lo que me trajeron, pues ya llevo dos días usando lo mismo. Durante la ducha no dejé de pensar en Samantha y en lo que estuviera haciendo con ese hombre. Muchas cosas cruzaron por mi cabeza, principalmente, ella entregando sus besos y sus caricias sin ningún tipo de obstáculo.
Por más que quise arrancar de mi mente esos pensamientos, no podía. Cada segundo que pasaba, el pensamiento se transformaba en un peor. Cientos de cosas obscenas me tenían al filo de perder la cordura, pues no podía dejar de imaginarla siendo feliz en brazos de alguien más; de alguien que sí es libre y puede corresponder todo lo que ella es capaz de brindar con tan solo un roce.
A pesar de que no tengo mi rosario, me realice la señal de la cruz y empecé a orar por mi alma, pidiendo perdón a un Dios que está furioso y en desacuerdo con mi mal actuar. Terminé mis oraciones hasta que el cansancio se apoderó de mi cuerpo, además de que ya la noche estaba en su máximo esplendor. Me pregunté a dónde podía estar Samantha y del por qué no llegaba aún, pero los ojos se me cerraron sin siquiera darme cuenta de nada a mi alrededor.
En mis sueños experimenté una caricia en mi mejilla y otra en mis labios, casi tan familiar a ese único roce que me ha hecho despertar de la muerte súbita en la que me encontraba. En mis sueños, en esos dónde el subconsciente me hace recrear todo aquello que deseo y no puedo vivir estando en mis cinco sentidos, ella fue la única protagonista de que mi alma se alzara en vuelo y se disfrazara por un instante fugaz en alguien libre de ataduras.
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Perdición[✓]
RomanceEn el mundo de Logan, el silencio y la paz era lo que reinaba desde hace muchísimos años, pero en una noche, esa tranquilidad a la que vivía sometido, se verá interrumpida por la maldad y la tentación de un cuerpo hermoso y un rostro de ángel, dándo...