Right next door to Hell ~ Izzy x Duff

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—Vamos. —insistió Duff, con una de sus manos en el marco de la ventana y la otra extendida hacia él, haciéndolo una seña para que se marcharan de una vez. Tenía una pierna ya afuera pisando el escalón por el que bajaría y la otra aún en el piso de madera de la habitación.

Izzy asintio y espero a que el rubio bajara las escaleras para ir detrás de él. No cerró la ventana, no tendría forma de entrar luego sino. Pusieron la escalera a un costado de la pared, tal vez para que no se viera tan obvio pero la cabeza de ninguno funcionaba tan bien después de haber consumido una pastilla.

Salieron del patio trasero de la casa, yendo con dirección hacia la acera. Cruzaron el desolado asfalto y sólo ahí pudieron reír. No lo hicieron tan fuerte, tampoco querían que todos se enteraran que estaban ellos allí.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Ni idea —él sólo comenzó a caminar en dirección opuesta a la casa y el pelinegro lo siguió.

Tal vez anduvieron por diez minutos o más, no iban viendo el reloj. Terminaron en un parque algo cercano. Ambos se sentaron en un banco de ahí.

Duff sacó una cajetilla de cigarrillos de su pantalón, se puso uno en la boca y le ofreció a su compañero, quien aceptó gustoso. Prendió los cigarrillos por los dos y el aire oscuro comenzó a florecer en el ambiente.

—¿Crees que hacemos mal? —preguntó el más alto, soltando una buena cantidad de humo de sus pulmones.

—¿A qué te refieres? —lo miro algo extrañado.

—A que si hay un infierno, nos iremos allí. ¿Verdad?

—¿Por qué preocuparse por esas cosas a esta hora? —le dio una calada a su cigarrillo. —Vive en paz, Duff, eso no es importante ahora. Eres joven, que no te persiga la muerte todavía.

—Supongo que tienes razón. —él volvió a fumar como hace unos instantes.

Ambos acabaron sus cigarrillos ahí mismo, no pasó ni una sola persona en ese trascurso de tiempo. Ni siquiera uno de esos corredores nocturnos o paseadores de perros.

—Pero si hay algo que me da miedo, Izzy, —habló otra vez el rubio. —Es la muerte y lo digo en serio.

—No vas a morir ahora ni pronto, no sé de qué te temes entonces.

—De no saber que pasa luego.

—¿Dónde escuchaste todo esto? —preguntó. Jamás habían tenido una conversación como esa.

—Mi compañero de cuarto estaba muy drogado en el suelo y dijo ver una luz. —le contó, mirándolo directamente a los ojos. —Luego cayó en un pozo, según él, y vio la cara de un demonio que lo regañó por haber consumido drogas.

Stradlin se rio un poco de lo que le decía. Para él era toda una payasada, sonaba como delirios de un chico que estaba muy perdido por cual sea la sustancia que se había metido.

—Le dijo que lo regresaría a la vida si prometía no volver a drogarse.

—¿Y él que hizo? —preguntó cuando dejó de reír, quería saber que tan lejos se podía ir con eso.

—Contestó que sí, pero anoche había vuelto a fumar hierba y esta mañana retiraron su cuerpo del campus.

Los segundos de silencio que siguieron fueron un poco abrumadores para el pelinegro. Siempre fue escéptico pero conocía al chico del que le hablaba y sabía que era un adicto.

—¿Tú crees que el demonio fue el que lo mató? —preguntó, tratando de sacar a su compañero del trance en el que parecía estar.

—Sí, yo creo que sí —se puso de pie. —Vamos, ya es tarde. Debemos volver.

—Bien. —se paró también.

Ambos caminaron de vuelta hasta el vecindario del pelinegro, ésta vez en total silencio.

One-shots; Guns n Roses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora