I don't care about you ~ Izzy x Duff

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La luz del día hizo que el cuerpo de Duff comenzara a sentirse inquieto. Cerró sus ojos con más fuerza y abrazó el cuerpo a su lado, el del hombre que era su esposo. Ambos estaban cubiertos por la sábana y las frazadas para evitar sentir frío, había helado la noche anterior.

Izzy comenzó a removerse también. Despertando de sus sueños, se dio la vuelta para quedar cara a cara con su pareja. —Buenos días, mi amor. —le sonrió al más alto, con esa bonita expresión de tranquilidad que siempre tenía para él.

—Buenos días, cielo —respondió y juntó sus narices, reía tiernamente.

Sus cuerpos juntos creaban un ambiente caliente y acogedor para ambos. Stradlin  cerró sus ojos, respiraba tranquilo allí. Estaba tan bien ahí, había esperado tanto tiempo para poder sentirse así y ahora finalmente estaba cómodo entre los brazos de su cónyuge.

El bajista levantó su cabeza, mirando por sobre la de su esposo para conocer la hora, ya serían las diez. Decidió que ya era tarde como para quedarse acostado demasiado tiempo más. Trató de levantarse, quitándose las sábanas de encima pero las manos del otro lo detuvieron.

—¿A dónde vas?

—Prepararé el desayuno, bebé.

—Quédate un poco más. —le pidió y él no pudo resistirse a esos lindos ojos que lo habían enamorado seis años atrás. Sólo que en lugar de recostarse, se echó sobre él y lo besó de pronto. Juntó sus labios con los del guitarrista, los movió despacio con tanto cariño que se sintió como la primera vez que se besaron.

Cuando se separaron, el más alto se levantó de una buena vez. Usar sólo boxers no era buena idea con el fresco que estaba haciendo, por lo que casi corrió hasta la cómoda para sacar un par de pantalones de buzo y una camiseta de algodón. Escuchó a Izzy reír antes de voltear a verlo mientras se vestía.

—¿Esa no es mi camiseta acaso? —preguntó el menor con una gran sonrisa en su rostro. Era obvio que esa prenda no era de su esposo, le quedaba enorme, no había forma de que le perteneciera. Además, reconocía el estampado.

—Uh, quizá... —se apuró a responder al mismo tiempo que se abrazaba a si mismo para que su pareja no distinguiera que estaba usando.

—¡Sí que es mía! —volvio a arrojarse en la cama, echándose encima del pelinegro para hacerle algunas cosquillas sobre el abdomen. Podía escucharlo reír, sentía como quería quitárselo de encima sin éxito. Momentos como ese eran los que mantenían viva su relación incluso después de años. Quitó sus manos cuando ya habían pasado algunos segundos, dejándolo en paz.

—T-Te amo —aseguró el más bajo, sentía su rostro arder y su estómago doler de tanto reir.

—Yo también te amo. —besó su frente.
Desde el momento cero supo que él era más de lo que podía desear. Todo, en serio que todo, lo que había estado buscando en un chico Jeffrey lo tenía. Eso lo hacía entusiasmarse cada vez que lo veía, incluso cuando aún ni siquiera eran novios. Una vez que fueron una pareja oficial, la sensación se volvió incluso mejor. Ese chico tan tierno, bonito y dulce ahora era suyo. Ni hablar del momento en que Izzy aceptó casarse con él, en su boda o en su luna de miel. Ser su esposo era sencillamente maravilloso.

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—No te preocupes, esta es la última caja —aseguró Stradlin, caminando a paso apurado fuera de la casa en dirección a su auto.

Duff lo siguió con la mirada, le dio una calada a su cigarrillo y se lamentó por dentro. Su mente entendía perfectamente todo, pero su corazón no quería dejar que se fuera.

—Y con eso termine, Michael —le dijo el pelinegro. McKagan asintió, arrojó su cigarrillo al piso. Aplastó el pequeño objeto humeante con la suela de su zapato. 

—Bien. —sacó un par de billetes, que estaban atados por una pequeña liga para el cabello, del bolsillo de su chaqueta. Se los entregó al mayor.

Izzy tomó el fajo, lentamente los contó. Guardó el dinero en su pantalón.—Supongo que es el fin, ¿Verdad?

—Exactamente. No quiero que vuelvas a llamarme, no me busques ni mandes a nadie a hacerlo —pidió, no, exigió. No quería volver a verlo jamás.

—Perdoname, por favor. Terminemos bien con esto.

—No, Jeffrey, no. Ya lárgate de mi casa —se dio la media vuelta.

—¡Recuerda que está también fue mi casa! —gritó para recordarle antes de comenzar a caminar hacia el auto, él se había quedado con eso, algunos muebles y bastante dinero además de sus pertenencias personales claramente. Iba en sentido contrario al rubio.

—¡Ya no lo es y nunca volverá a serlo! —azotó la puerta de la residencia. Desde ahí dentro, pudo observar como su ex-pareja se marchaba.

Caminó hasta la cocina. Pronto se encontraba sentando en la mesa de la desolada cocina. El whisky barato sabía mucho mejor de lo que realmente era. No le importaría tener una resaca si aquello lo ayudaba a apaciguar los recuerdos felices con su pareja.

Aquellas imágenes alegres se vieron reemplazadas por la peor que le había tocado ver: su esposo, su esposo, en la cama con una mujer. Su propio esposo, en su propia cama.

Todavía podía escuchar las excusas que le había dado intentado lavarse las manos. Su voz tan molesta seguía presente en su cabeza a pesar de que ya había pasado tres meses de aquel suceso. A los días Izzy se había ido a un departamento que un amigo le alquiló, ese día sólo había ido a la casa para llevarse lo que el juez decidió que era suyo. 

Pero no importaba nada, ya no importaba nada. Era momento de hacer un punto y a aparte o todavía mejor, dar vuelta la hoja. El guitarrista ya había quedado en el pasado. Ya vería como haría con la banda.

No se dio cuenta cuando comenzó a llorar. Su cabeza daba constantes punzadas, su estómago estaba muy revuelto por el asco, su pecho ardía del coraje. Todo su cuerpo se sentía enfermo. Ahora que Izzy ya no le importaba, sentía que jamás nadie volvería a importarle tanto como el pelinegro.

One-shots; Guns n Roses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora