Capítulo Dos

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Aitana Ocaña

No veía la hora de salir de aquí.

Odio este lugar. Ese maldito profesor no dejaba de hablar. Yo sólo veía el reloj, esperando que marque las 14:00 para irme.

Lola no había venido hoy, está enferma. Por eso mi día fue tan jodidamente infernal. En los recreos me fui a comer detrás de un árbol, no quería entrar a ese lugar donde mi hermano está comiendo en grupo con sus mejores amigos y unas cuantas chicas. Recuerdo que cuando los veía así, iba corriendo, los abrazaba y luego insistía para ir a comer helado. Tenían quince años y no eran tan diferentes a como lo son ahora. Ahora son todos hombresitos, eso diría mi madre.

Terminó la clase y me acerqué donde se encontraba mi hermano con sus amigos afuera y no dije nada, pues mi hermano tenia que saber de mi presencia ya que nos teníamos que ir. Pero él ni me miró y siguió con su estúpida conversación.

Aitana: Kirill... -todos voltearon a verme-

Kirill: Oh, Aitana... ¿Qué pasa?

Aitana: Pasa que me quiero ir a casa.

Kirill: Espera, ahora vamos. -siguió hablando-

Me sentía como una maldita niña pequeña.

Todos estaban entretenidos en la conversación, sólo quería irme.

Me estrese y decidí que no iba a depender de mi hermano, él usa su camioneta y pues yo usaré mis pies. Empecé a caminar, caminar y caminar hasta casa. No quedaba cerca pero tampoco lejos. Sabía este camino perfectamente, pues siempre miro por la ventana cuando voy en el auto.

Recuerdo cuando era mi madre quien me llevaba y cantábamos canciones juntas en el camino. Iba radiante y feliz al colegio.

Ahora todo era diferente, era mi hermano quien me llevaba y siempre hablaba por teléfono o iba con música a todo volumen. Desafortunadamente no teníamos el mismo gusto musical.

Finalmente llegue a casa, estaba cansadisima y subí corriendo las escaleras hasta encerrarme en mi habitación. Me di una buena ducha, salí y me puse lo más cómodo que encontré en el armario. Un sweater de Mickey que me llegaba hasta los muslos con un short que tapaba esta y medias. Dejé que mi cabello liso se secara y me puse a ver televisión hasta que me quedé dormida.

🟣

Escuche unos gritos y me despertaron.

X: ¡Kirill! Ah... ah... -gemia-

Dios, ¿qué mierda le pasa a Kirill para hacer esto en nuestra casa?

Maldita sea. Juro que cuando lo vea lo mataré.

Me puse los auriculares y puse la música a todo volumen. No soportaba más, quería escapar. Quería irme lo más lejos que podía.

Le mande un mensaje a Lola preguntándole si iría mañana al colegio a lo que me contesto con un sí. Bueno al menos mañana no será como hoy.

Me perdí en la música y finalmente me quedé nuevamente dormida.

🟣

Me levante muy temprano, entre en el baño y me arregle. Me puse un jeans y un sweater con una bufanda. Hacía mucho frío. Me hice una coleta alta donde salían algunos pequeños mechones rebeldes y baje.

Maldita sea... Abajo se encontraban Sebastián y Jesús. Mi corazón empezó a latir muy fuerte hasta que vi a mi hermano. Me dirigí a la heladera sintiendo sus miradas en mi y saqué una manzana.

Kirill: ¿Ya no das los buenos días hermanita? -¡gilipollas!-

Aitana: Buenos días los tuyos, ¿verdad? Digo, con la estupenda noche que tuviste ayer.

Jesús escupió el jugo de naranja que tomaba y Sebastián soltó una carcajada. Lo había hecho reír, ¡sí!

Kirill: Aitana... -dijo apenado-

Aitana: No, Kirill. Deberías de tener un poco más de respeto conmigo. ¡Esta también es mi casa! Lo de ayer fue asqueroso. Espero que no se repita o te juro que llamaré a papá y le contaré de todas tus fiestas en su ausencia.

Kirill: Perdón, ¿sí? Te juro que no volverá a pasar. -dijo arrepentido-

Yo sólo lo ignoré y me dirigí hacia la puerta. Iría al colegio caminando otra vez.

Sabía que me arrepentiría después de esto. Seguí caminando hasta que sentí que una moto se posó a mi lado. Oh dios, es su moto.

Sebastián: Aitana, no tienes que caminar. Si quieres te llevo. -dijo mirándome-

Maldita sea, recuerdo las veces que me decía que cuando se comprara una moto a la primera persona que llevaría sería a mi. Malditos recuerdos.

Aitana: No, gracias. No necesito de tu simpatía Sebastián. -seguí caminando-

Sebastián: Bueno pues si sigues así, llegaras tarde. Hoy todos tenemos reunión con la señora Montiel y no creo que quieras un regaño de su parte.

¡Maldita sea! Lo había olvidado. Me acerqué donde estaba y él sonrió. Me subí y temblaba con la idea de que tenía que abrazarlo por todo el camino. Sólo me quedé quieta.

Sebastián: Aitana, ¿es que acaso quieres tener un accidente? -bueno la verdad, sí- Agárrame si es que no te quieres caer.

Estreche mis brazos, lo abrace por detrás y arrancó.

Lo apreté mucho más fuerte en el camino. Hasta que por fin llegamos al colegio y sentí todas las miradas sobre nosotros.

"¡Mierda! ¡Y más mierda!"








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