Capítulo Tres

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Aitana Ocaña

Aitana: Gracias.

Le dije fría a Sebastián y él sólo me dio una sonrisa forzada.

Fui donde estaba Lola, ignorando todas las miradas.

Lola: ¡Aitana! ¡Viniste con Sebastián! Hubieras visto la cara de Marta, casi se muere de celos. -dijo sonriente-

Marta, antes solíamos ser amigas.
Desafortunadamente le conté de mi beso con Sebastián. ¡Maldita niña de trece años que le contaba todo a mis amigas! Por lo menos madure en ese aspecto.

Desde el año pasado ella ha estado detrás de él y digamos que odia a cada una de esas chicas que se acercan a él.

¡Mierda! Ella sabe de ese beso y vernos llegar así... ¿En qué me he metido?

Aitana: Sólo se ofreció a traerme y ya, Lola... -dije fría-

Lola: Sí, y por dentro estabas saltando de la emoción cuando te lo pidió. Al igual que yo cuando vi la cara de esa pelotuda. -yo reí, ella me conoce muy bien-

Entramos al colegio y como odiaba la atención.

Nos dirigimos al auditorio en donde teníamos una reunión osea todo el colegio estaba aquí. Me senté con mi amiga y hablamos mientras esperábamos que todos se sentaran y mantuvieran en silencio. Hasta que la señora Montiel empezó con su discurso.

Lola y yo nos encontrábamos sentadas en una de las mesas alejados de todos. Sí, después de varias horas aburridas, ya era la hora del almuerzo. Vimos entrar a Sebastián, seguido por mi hermano, Jesús, Nacho y unas que otras chicas. Mi hermano se acercó a mí, mierda, ahora toda la atención se centraba en nosotros.

Kirill: Aiti, no te puedo llevar a casa hoy. Es que tengo cosas que hacer y... -lo interrumpí-

Aitana: Como sea, Kirill. Iré caminando a casa si es lo que te preocupa. -dije seca-

Subí la mirada y ahí estaba Sebastián a su lado, mirándome fijamente, sólo que Marta lo estaba abrazando.

Aitana: Ah y no me vuelvas a llamar Aiti.

Odiaba recordar el pasado, mi mamá fue la primera en ponerme ese apodo.

Kirill: Perdón y gracias hermanita. -me dio un beso en la frente-

Todos se alejaron y se sentaran en su mesa. Marta se sentó en las piernas de Sebastián y no pude evitar sentir celos. No puedo creer que después de todos estos años sigo enamorada de él. Ese beso. Ese maldito beso fue el causante de todo.

Lola: Aitana, te estoy hablando. -yo quite la mirada de ellos-

Aitana: Oh, perdón...

Lola: Sebastián, Sebastián, Sebastián. -yo reí a carcajadas-

En la salida, guardé algunos libros en mi casillero mientras hablaba con Lola. Me despedí de ella y empecé a caminar, vi a Kirill hablando con sus amigos y algunas chicas. No me quería imaginar que harían hoy. Claro, viernes. Eso lo explica todo. Mi hermano me miró y me sonrió. Estúpido. Yo le doblé los ojos y seguí caminando. Pasé por una cafetería que quedaba cerca de casa y pensé, ¿por qué no? Entre y pedí unas galletitas de chocolate con un capuchino. Me senté en una mesa alejada y empecé a comer, tenía bastante hambre. Un chico de cabello liso, oscuro y ojos marrón se sentó en mi mesa. ¡Sí en la mía!

X: Hola pues como somos las dos únicas personas aquí y tú estas sola al igual que yo, pensé que podía sentarme aquí contigo. -me sonrió-

Su sonrisa era hermosa. Yo también sonreí y envidiaba tanto su seguridad en sí mismo. Yo jamás habría hecho lo que el hizo.

Aitana: Hola, tranquilo. Pues para empezar, me llamo Aitana y ¿tú?

X: Me llamo Hero. ¿Y qué hacías sola aquí?

Aitana: Pues probablemente lo mismo que tú. -él sonrió al instante-

Y así duramos toda la tarde metidos en ese café conociéndonos. Hero era muy divertido, hace tiempo no tenía una conversación así con alguien. Al parecer teníamos el mismo gusto musical, a los dos nos encantaba CNCO.

Hero: Muero por su último CD. -me miraba a lo que le sonreí-

Aitana: ¿Sí? Pues yo a mi padre se lo pedí y él pensó que a mi hermano también le gustaba, por eso compro dos. Lo que me lleva a que obviamente uno no lo uso y... -él sólo sonreía-

Hero: Aitana, ¿es verdad?

Aitana: ¡Si! Ven, si quieres acompáñame a mi casa y te lo doy. Aparte ya oscureció y la casa está sola ya que mi hermano salió con sus amigos.

Empezamos a caminar a casa. Reíamos por cualquier tontería en el camino. Debo admitir que el chico era genial.

Lo agarré de la mano mientras corríamos hasta que por fin llegamos a mi casa, entramos y...

¿Qué hacían ellos aquí? ¿No se supone que estarían de fiesta o algo así?








Lola Indigo en multimedia
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