Capítulo Cuarenta y Tres

214 13 11
                                    

Aitana Ocaña

Lola: Parece que alguien no durmió ayer. -dijo burlona guardando sus libros en el casillero-

Aitana: Cállate, fue tu culpa. Todo gracias a tu mensaje.

Estaba empezando a sentirme bien, o eso creo. Pero tuvo Lola que arruinarlo recordándome de que Sebastián volvía hoy. No dormí nada y me levanté de mal, mal humor.

¿Es acaso posible esconderme en mi casa todo el tiempo para no verlo? Porque no estoy lista. No quiero verlo.

Lola: Sólo quería recordarte que Sebastián viene hoy Aiti. -me sonrió-

Aitana: Lola, ¿Sebastián es mi novio? -dije frío-

Lola: No.

Aitana: Entonces, ¿qué mierda me importa sí viene o no? Había dejado de hacer el conteo regresivo, porque me di cuenta que es estúpido, porque así vuelva no va a pasar nada entre nosotros, ¡nada! Empezaba a sacarlo de mi cabeza y tú me tienes que mandar ese maldito mensaje de que hoy vuelve. ¡Gracias, Lola!

Lola: Eh... Aitana, no tienes que hacer un drama por eso. -me intentó calmar-

Aitana: ¿No? ¡¿NO?! Oh, lo siento, se me olvidaba que tú tienes el novio perfecto y no necesitas estar en esto de intentar olvidar a alguien y que tu mejor amiga no te ayude.

Lola: Cálmate, Aitana.

Aitana: Sólo tengo que decir, ¡gracias! Eres la mejor.

Me alejé de ella, ya que todos nos estaban mirando.

Sé que había gritado un poco, pero es que en serio estaba de mal humor.

A veces no podemos andar con un sonrisa todo el tiempo.

Empecé a caminar y Marta se acercaba con su grupo de amigas.

¿Acaso este día se puede poner peor?

Marta venía con una camisa blanca y una falda negra. Bueno una mini mini falda negra.

¿Dios, no puede respetarse?

Su ropa no dejaba mucho a la imaginación.

La detesto.

Marta: Parece que alguien está teniendo un mal día. -dijo burlona y sus amigas se rieron-

Aitana: No tendría ningún problema en hacer tu día mucho peor, puta.

No puedo creer que esas palabras hayan salido de mi boca. Cómo me arrepentiré de esto. Pero estaba tan enojada que no me importaba descargar toda mi furia en Marta, no me importa para nada.

Todo el colegio estaba mirándonos. Esto es de lo peor.

Marta: ¿Cómo me llamaste?

Ser sincera es algo bueno, ¿no?

Me acerqué a ella y la miré fijamente.

Aitana: Puta.

Pierdo la cuenta de cuantas veces he deseado decirle esto.

Ella abrió los ojos como platos y estampó su mano en mi rostro.

Marta: NUNCA VUELVAS A LLAMARME ASÍ.

Ella gritó, llamando la atención de muchas personas.

Yo era bastante tranquila y calmada, pero ella me sacaba de mis casillas. Y hacía que tirase mis buenos modales a la basura.

Este colegio está a punto de ver un lado de mi jamás antes visto.

Y sin pensarlo más, me tiré encima de ella, echándola al suelo. Marta dejó escapar un grito cuando cayó conmigo encima. Estaba sentada a horcajadas encima de ella y le di un puñetazo en su según ella perfecta naríz. Luego intenté tirar de su cabello pero ella fue mucho más rápida y me agarró de la muñeca. Intenté pegarle con la otra mano libre, pero como ella era más alta y más fuerte, me aprisionó las dos muñecas con sus manos y me giró, golpeándome con fuerza la espalda contra el suelo.

Sei Mia, PiccolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora