Capítulo Treinta y Dos

226 13 10
                                    

Aitana Ocaña

Me desperté en el sofá de mi novio y lo primero que hice fue preguntarme dónde estaba. Los dos nos habíamos quedado dormidos.

Aitana: ¿Sebastián?

Sebastián: Estoy aquí. -dijo desde la cocina-

Aitana: ¿En qué momento despertaste? -me acerqué a él-

Sebastián: Hace como media hora. Tú no te diste cuenta, eres una pequeña dormilona. -reí-

Sebastián estaba sin remera.

¿Es que acaso no sabe lo que provoca en mi cuándo está así?

Oh Dios, ¿qué estoy diciendo?

Pero siendo sincera, Sebastián provoca muchas cosas en mi. Cosas que jamás imaginé sentir.

Nunca había pensado así de un chico, pero con Sebastián era diferente. Y a veces, me gustaría saber hasta dónde podríamos llegar.

Pero sé que todavía no tengo la confianza suficiente para estar desnudo frente a él.

Sebastián: ¿En qué piensas? -me agarro la mano y me sentó en sus piernas-

Aitana: Oh..., nada. Sólo algunas cosas. -me puse nerviosa-

Sebastián: ¿Me encuentro en la lista de esas cosas?

Me dijo suavemente al oído. Mierda, él sabía lo que provocaba en mi y lo estaba aprovechando perfectamente.

Aitana: Sí...

Lo miré fijamente y presionando mis labios contra los suyos.

Él me cargo y enredé mis piernas en su cintura, mientras me llevaba hacía la sala.

Mientras nos besábamos, Sebastián me fue acostando con delicadeza sobre el sofá, el beso cada vez aumentaba, tenía mis brazos alrededor de su cuello. Su beso casi salvaje evitaba que el aire llegase a mis pulmones y no me importaba, respirar eso pasó a segundo plano, profundizó el beso explorando con su lengua mi cavidad, mientras sus manos inquietas tocaban cada parte de mi piel. Me consumía como leña al fuego estando entre sus manos, deleitándome con cada caricia, suspirando en su boca, hundiendo mis dedos en sus finos cabellos, gimiendo su nombre cuando sus labios marcaron un camino húmedo hasta mi cuello.

Sus manos siguieron recorriendio mi figura pasando por mis caderas y terminando en mis piernas.

Al separarnos, los dos contábamos con la respiración muy agotada y nuestros labios estaban algo enrojecidos y al mirarnos podía observarse la pasión que desbordábamos.

Sebastián: Te quiero, pequeña. -dijo agitado- Gracias por escucharme.

Aitana: Siempre estaré ahí para escucharte, lo prometo.

Nos besamos de nuevo.

🟣

UNA SEMANA DESPUÉS

Ha pasado una semana desde que Sebastián me había confesado todo.

Lo obligué a ir a pedirle perdón a su madre y terminamos teniendo una agradable cena en su casa. Diana es una fantástica y divertida mujer.

Mi relación con Sebastián va mucho más que bien, siento que ya nos tenemos confianza.

En cuanto a mi padre y Teresa, no se han ido de la casa. Pero es muy fácil ignorarlos, por ahora.

Estaba en el auto de Sebastián, pero en este caso, yo iba al volante y Sebastián estaba en el asiento de copiloto. Sebastián me estaba enseñando a manejar.

Sei Mia, PiccolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora