FREELAND

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Esos días, el reino se encontraba de fiesta. El hombre que tanto les había atemorizado durante décadas estaba muerto. Su cabeza se encontraba clavada en una estaca y expuesta en el patio de armas del castillo real, donde se estaba produciendo un gran festejo presidido por el rey Jefferson y la reina Lynn. Sara Lance y la tripulación de la Waverider fueron invitados de excepción; especialmente Mick Rory, el hombre que había dado muerte al gorila blanco.

Los festejos duraron hasta altas horas de la noche. El rey y la mayoría de la familia real se habían retirado a sus aposentos, pero la princesa Anissa continúa allí, bebiendo y divirtiéndose con las mujeres que aún quedaban en la fiesta. Con una copa de vino en la mano, se acercó hasta donde estaba la cabeza y se paró frente a ella con una diabólica sonrisa.

– Ojalá te pudras en el inframundo, maldito bastardo –dijo antes de dar un trago a la copa y escupir el vino sobre la cabeza, soltando después unas carcajadas.

– Si que le teníais odio –dijo Sara, también con una copa en la mano, colocándose junto a ella y mirando a la cabeza.

Anissa asintió antes de continuar.

– No tienes ni idea de lo que ha hecho sufrir a mi pueblo este miserable. La lista de cadáveres y aldeas destruidas que él y su ejército han dejado ha su paso es interminable. Llegó a asesinar al anterior rey, mi abuelo –volvió a dar un gran trago a la copa, aunque esta vez no escupió el vino. Luego miró a Sara con una gran sonrisa –. No sabes como mi reino os está agradecido por lo que habéis hecho. No me puedo creer que enviaras a tu subordinado solo a una misión de espionaje y terminara dando muerte a un hombre al que durante décadas hemos intentado dar muerte sin éxito.

Sara no pudo evitar reír.

– Por eso envié a Rory. Sabía que terminaría haciendo algo más que espiar.

Anissa se puso un poco seria.

– Y, ahora que la guerra se ha suavizado ¿Regresaréis al norte?

Sara se encogió de hombros.

– Haremos lo que la reina nos ordenes. De momento, sus órdenes son continuar aquí hasta que la esclavitud sea erradicada y eso haremos.

Anissa volvió a sonreír.

– Pues, bienvenidos seáis. Con el odio que tanto os tenía a los norteños, pero vosotros y vuestra reina nos habéis demostrado que en el norte del Continente también hay gente de honor.

Ambas regresaron a la fiesta, donde un grupo de chicas jóvenes y muy bellas comenzaron a sonreírles de forma insinuantes y lanzarles furtivas miradas. Anissa miró a Sara con una sonrisa picarona.

– Son un grupo de esclavas a las que liberamos en la última escaramuza. Quieren mostrar lo "agradecidas" que están. Estás invitada, si quieres, hay suficientes para las dos.

Sara miró a las chicas y no pudo evitar la enorme tentación. Tuvo que pensar en Ava para aplacarse.

– Gracias por la invitación, pero tengo que regresar con mi novia, que se debe estar impacientando. Hace horas que abandonó la fiesta.

Anissa no pudo evitar soltar unas fuertes carcajadas.

– ¿Quién lo iba a imaginar? La famosa Sara Lance se ha vuelto monógama.

Sara también rio.

– No sabía que en el sur también había llegado mi reputación.

Anissa negó con la cabeza.

– Aquí solo ha llegado tu reputación como pirata. Pero, he oído hablar mucho de ti cuando voy de incognito a Isla Tortuga.

Sara arqueó las cejas.

EL REINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora