METRÓPOLIS

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En público, Lena debía mantenerse fuerte y serena, pero en privado estaba completamente aterrada. Kara era la única que podía tranquilizarla, como hacía en aquellos momentos, abrazada a ella y consolándola, ambas sentadas en un diván en los aposentos de la reina. Lena lloraba y Kara luchaba por no llorar también, ya que, al igual que Lena debía mostrarse fuerte para sus súbditos, la kryptoniana debía mostrarse fuerte para la mujer que amaba.

Pero, por dentro, Kara también estaba aterrada. Lo que le dijo Coville se estaba cumpliendo. Aquellos símbolos que aparecieron por toda la ciudad eran la antesala de una matanza que había empezado a producirse hacía unos días, cuando apareció aquel primer cadáver destrozado en una de las calles del borde exterior.

Desde entonces, las víctimas habían superado el centenar, todos ellos criminales o gente de mala vida. Se había impuesto un toque de queda. La Guardia de la Ciudad estaba completamente desplegada y la Guardia Real les ayudaba, pero aquello no impedía que continuaran apareciendo cadáveres destrozados por todas partes de la ciudad, tanto en los barrios del borde exterior, como en las zonas más pudientas de la ciudad. Al principio, cuando los que morían eran asesinos o violadores, muchos se alegraban y hasta llegaban a pensar que el responsable de esas muertes era un justiciero. Este pensamiento aumentó cuando muchos criminales, ante el temor de ser asesinados, dejaron de delinquir o se marcharon de la ciudad.

La delincuencia había sido un grave problema en Metrópolis durante los reinados de los últimos reyes Luthor. Lena se había propuesto ponerle solución y había conseguido varios logros, pero era muy difícil mantener el orden en una ciudad tan grande y tan poblada; especialmente, en los barrios del borde exterior. Por eso, muchos habitantes vieron en esos asesinatos una forma de impartir justicia.

Sin embargo, las cosas cambiaron cuando encontraron muerto a un niño de 14 años cuyo único delito había sido robar comida del almacén de una tienda de comestibles. El chico era un huérfano, sus padres murieron a causa de la guerra contra el rey Lex y, desde entonces, se ocupaba de sus hermanos menores. La comida que robó era para ellos.

Este hecho hizo cambiar la opinión de la gente. La víctima solo era un niño y el delito que había cometido no era tan grande como para recibir un castigo como ese. Ese asesinato conmocionó a toda la ciudad y, especialmente, a Lena, quién no dudó en hacer que la Corona se ocupase de los hermanos del chico asesinado. También descubrió el mal estado de los orfanatos de Metrópolis, ya que el chico y sus hermanos se habían escapado de uno de ellos ante los malos tratos que recibían allí y las condiciones infrahumanas en las que vivían. Otra cosa que la reina tendría que poner solución una vez pasase esa crisis.

De ese y los demás asesinatos se hablaba en los Consejos. En aquellos momentos, Kara y Lena recordaban el último, celebrado solo hacía unos minutos, el cual fue tan tenso como los demás, puede que más aún.

– Mis informadores están por toda la ciudad, pero no han averiguado nada –decía Cat Grant –. Sea quién sea ese asesino, está actuando solo y, si recibe ayuda de alguien, no es de la ciudad.

J'onn resopló.

– Que los dioses nos asistan como ese asesino esté al servicio de alguno de nuestro enemigos.

Lena lo miró ceñuda.

– ¿Crees que esto es un complot?

El Gran Comandante del Ejército Real asintió.

– Esto tiene pinta de seguir un plan. Ese asesino ha estado semanas oculto en la ciudad y no ha empezado a actuar hasta ahora. 

– Perdona ¿Y los asesinatos que cometió antes, como el de Kelly Olsen? –replicó la Consejera de los Rumores.

EL REINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora