CORTO MALTESE

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Sara no era alguien que se asustaba con facilidad, pero aquel lugar helaría hasta la sangre de un demonio. Una gigantesca estatua que representaba a la Reina Roja se alzaba entre las grandes paredes de piedra. Pero, aquello no era lo que llamaba la atención de la Capitana de la Waverider, ya que eran muchas las estatuas de Abigail Blossom que había visto repartidas por toda la isla: aunque, no de ese tamaño.

Lo que de verdad llamaba la atención de la rubia pecosa era que, al lado de la estatua, había una abertura entre las paredes de piedra con dos estatuas más pequeñas a cada lado, como custodiando esa entrada. Las estatuas no representaban a Abigail, sino  dos guerreros armados con una espada y vestidos con una extraña armadura coronada con un yelmo con la forma de una calavera humana con dos cuernos de toro.

Aquella abertura no parecía ser natural y su instinto le decía que ocultaba algo y podría ser peligroso, pero quién fuera que disparó la flecha naranja lo hizo desde el interior de ese lugar. Uno de sus nuevos amigos o varios de ellos podrían estar en peligro y no podía dejarlos tirados. Así que desenvainó su espada y se dirigió hacia el interior de esa abertura.

Caminó lentamente y con todos sus sentidos alerta por un camino que serpenteaba entre dos grandes paredes de roca. Más estatuas como las de la entrada había apostadas a lo largo del camino y en las paredes de roca habían tallado imágenes de la Reina Roja y también de varias personas caminando en lo que parecía una peregrinación.

Finalmente, llegó al final del camino y salió al exterior. No pudo evitar sorprenderse ante lo que se encontraba delante de ella. Un precipicio por el que cruzaba un río la separaba de otra gran pared de piedra que se alzaba delante de ella. Pero esto no era lo que la impresionaba. En dicha pared se encontraba un gran templo tallado en la roca. Un templo que tenía pinta de llevar allí miles de años y que, aunque solamente estaba viendo su fachada, no cabía duda de que por dentro debía ser enorme. 

Frente a la entrada de dicho templo, un puente de madera cruzaba el precipicio

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Frente a la entrada de dicho templo, un puente de madera cruzaba el precipicio. El puente era viejo y la madera estaba desgastada, pero parecía que aún se podía cruzar por él. Creyendo que la persona que necesitaba ayuda se encontraba en su interior, se encaminó hacia el puente con intención de cruzarlo y adentrarse en el templo.

– ¡Hasta aquí llegó tú viaje, metropolitana!

Sara se detuvo sobresaltada al escuchar la voz que provenía del interior del templo. Una voz que conocía muy bien, ya que la había escuchado ese día. Agarró con más fuerza el mango de su espada mientras buscaba con la mirada a la persona que le había hablado.

Percival hizo su aparición por una de las ventanas del templo.

– Has sido un hueso duro de roer –continuó el tipo –. Nadie me había causado tantos problemas desde hacía años. Pero, esta es mi isla, he pasado casi media vida en ella y la conozco muy bien.

Sara lo miró desafiante.

– ¿Por qué no bajas aquí a decírmelo? –dijo con tono burlón – Las relaciones a larga distancia, siempre acaban mal.

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