METRÓPOLIS

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Las calles del borde exterior de Metrópolis ya daban bastante miedo por el día, pero por la noche eran aterradoras. Tras la dejadez de los anteriores reyes Luthor, Lena había reforzado la guardia de la ciudad para combatir mejor la delincuencia en esos barrios, pero aún quedaban lugares tomados por bandas callejeras y organizaciones criminales donde la guardia de la ciudad no era muy bienvenida y, muchos menos, la Guardia Real.

Precisamente, en una de esas zonas era donde se encontraba el lugar hacia donde Zari y Nate se dirigían. Ambos caminaban por la oscura calle cubiertos con capas y capuchas negras sin despegar su mano del mango de sus respectivas espadas. La calle estaba completamente desierta e imperaba un silencio que solo lo rompían cantos de búhos y chillidos de murciélagos.

– Espero que sea verdad lo de esa reunión –dijo Nate temeroso mientras miraba disimuladamente en todas direcciones, ya que la calle estaba llena de rincones oscuros donde los asesinos podían esconderse fácilmente –, pagamos un buen precio por ella.

– Más bien, lo pagué yo –replicó Zari –. Te recuerdo que fui yo la que se dejó sobar por esos idiotas.

– Oye, que también me sobaron a mi. Te recuerdo que había algunos a los que les iban tanto los patos como los gansos.

Zari sintió deseos de reír, pero se contuvo, ya que ese día no tenía el ánimo para bromas. Y es que, esa misma mañana, antes de salir de la Fortaleza Luthor para continuar con la investigación, la Gran Comandante Swayer les comunicó la noticia de la desaparición de Sara Lance. 

– Sé optimista, Nate. creo que estamos en el buen camino. Por muy charlatanes que fueran esos borrachos, hablaban muy en serio. Creo que en esa reunión vamos a encontrar algo sólido.

Nate, en cambio, no parecía tan optimista.

– No sé. Llevamos ya varios días paseándonos por estos barrios dejados de la mano de los dioses y no hemos encontrado aún nada.

– Hasta ahora. Nuestra búsqueda va a dar sus frutos. Tendremos éxito, nos ascenderán y la Capitana estará orgullosa de nosotros cuando regrese.

– Si es que regresa...

Zari lo miró fijamente en forma de reprimenda.

– Ni se te ocurra decir eso. Conoces a la Capitana tan bien como yo y sabes lo difícil que es acabar con ella.

Nate quiso insistir, pero decidió quedarse callado. Sabía la mucha devoción que su esposa le tenía a Sara y no la iba a convencer de que ella podría no volver jamás al haber desaparecido en un lugar como el Triángulo de los Demonios, donde ni ella se quería aventurar cuando pasaban cerca con la Waverider.

Finalmente, llegaron a la casa que les indicaron, la cual estaba al final de la calle, y Zari dio unos golpes en la puerta.

– ¿Qué ocurrirá si la contraseña que nos dieron no es correcta? –preguntó Nate temeroso antes de que Zari terminara de llamar.

– Entonces, más vale que la Capitana regrese con vida, porque será la única que querrá vengar nuestra muerte.

Nate tragó saliva mientras una pequeña ventana se abrió en la puerta y dos grandes ojos muy brillantes se asomaron por ella.

El perro ladra, el gato maúlla... –sonó una áspera voz al otro lado de la puerta.

...y la araña resbala por ser tan capulla –respondió Zari.

La ventana se cerró poco antes de abrirse la puerta, apareciendo tras ella un hombre enorme con la cabeza rapada que los miró a ambos de arriaba a abajo.

EL REINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora