METRÓPOLIS

69 9 0
                                    

Zari y Nate patrullaban por uno de los muros de la Fortaleza Luthor, ambos vestían con sus uniformes de soldados de la Guardia Real y portaban lanzas. Nate bostezó antes de empezar a hablar.

– ¡Menudo aburrimiento! Yo esperaba más acción cuando nos unimos a la Guardia Real.

Zari meneó la cabeza.

– Tú sólo sabes quejarte. Cuando estábamos en la Waverider te quejabas de que había demasiada acción. Ahora, te quejas de lo contrario.

– En la Waverider no había un sólo día en el que no pasara algo gordo y nuestras vidas casi siempre estaban en peligro. Yo no pido tanto, tan solo algún que otro día animado, nada más.

– Pues, según dicen, hay un asesino sobrenatural por ahí suelto. Así que, yo que tú, no me dormiría en los laureles.

– Ese asesino del que hablan no ha vuelto a dar señales de vida –se detuvo y se puso a mirar hacia el exterior del castillo, hacia esa enorme ciudad que llegaba hasta done alcanzaba la vista –. Estamos en Metrópolis, la capital del Imperio más grande y poderoso del Continente ¿Es que aquí no ocurre nada emocionante.

– ¡Nateeee!

Se giró bruscamente y quedó horrorizado cuando vio que un extraño encapuchado tenía a su esposa inmovilizada con un cuchillo sobre su garganta. Soltó la lanza y se arrodilló.

– Por favor, no le hagas daño –dijo con voz de súplica –. Haré lo que quieras. Te llevaré donde está la reina. Incluso, distraeré a los otros guardias mientras haces lo que tengas que hacer. Pero, deja que ella viva, por favor...

– ¡Nate! –gritó Zari sorprendida y furiosa con la actitud de su esposo.

inesperadamente, el encapuchado comenzó a reír. Soltó a Zari y se quitó la capucha para que ambos vieran quien era.

– ¡Capitana! –dijo Zari entusiasmada mientras se abrazaba a Sara –¡Cómo me alegro de verte!

– Yo no tanto –dijo Nate fastidioso poniéndose en píe –. Esa broma no ha tenido ninguna gracia.

Sara lo miró muy seria.

– No era una broma, os estaba poniendo a prueba. Desde luego, estáis dejando mucho que desear como soldados de la Guardia Real. Lo he tenido muy fácil para pillaros desprevenidos.

– Lo siento... –dijo Zari avergonzada bajando la mirada.

Sara alzó el rostro de Zari agarrándola suavemente del mentón y le dedicó una sonrisa.

– Tú, al menos, te has mantenido firme –volvió a ponerse seria y miró a Nate –. Pero, tú... ¿Así es como proteges a la reina, la persona que nos indultó y a la que hemos jurado lealtad?

Nate alzó las manos en señal de paz.

– Lo siento... Yo... No sé que se pasó por la cabeza... –trataba de excusarse con voz temblorosa.

Sara inesperadamente sonrió mientras empezó a acariciar una de las mejillas de Zari.

– Al menos, estabas protegiendo a mi pequeña Zari. Por eso, te lo dejo pasar por esta vez. Sin embargo, como castigo, voy a romper vuestros votos matrimoniales una vez. Así qué –agarró a Zari de un brazo –, tú quédate aquí, terminando la guardia, que Zari hará una "guardia especial" en mis aposentos.

Nate se quedó boquiabierto y Sara y Zari rompieron a reír.

– Nate... Esto si es una broma –dijo Zari entre carcajadas.

EL REINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora