METRÓPOLIS

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Allegra se encontraba tumbada en la cama boca arriba, con la mirada fija en el techo de madera de aquella pequeña y rústica habitación que ocupaba. Unos golpes en la puerta hicieron que se levantara y se dirigiera hacia la puerta. Al abrirla se encontró una persona cubierta con una capa y una capucha. 

Antes de que pudiera reaccionar, la persona encapuchada abrió la capa y adoptó una postura sexy mientras le mostraba un escultural cuerpo de mujer embutido en un vestido ajustado con mucho escote y una abertura en uno de los lados que dejaba ver una de sus piernas.

– Le dije al posadero que no quería "compañía" –dijo Allegra rodando los ojos –. Lo siento, chica, pero en esta posada hay otros clientes con más dinero y más ganas que yo.

– Pero no es dinero lo que ando buscando –dijo la encapuchada mientras se quitaba la capucha.

Los ojos de Allegra se abrieron como platos al reconoce a la mujer joven que tenía delante.

Los ojos de Allegra se abrieron como platos al reconoce a la mujer joven que tenía delante

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– ¡Nora!

Rápidamente, se abrazó a ella y la besó en los labios, beso que la otra chica le devolvió. Sin dejar de besarse, ambas se metieron en la habitación cerrando la puerta, dejándose caer luego sobre la cama.

***

Más tarde, Allegra y Nora se encontraban abrazadas sobre la cama, con sus desnudos cuerpos muy sudorosos, sus entrepiernas muy mojadas y sus cabellos muy alborotados. No paraban de darse pequeños besos en los labios.

– Cómo te he echado de menos –dijo Allegra exhausta.

– Ya lo he notado –dijo Nora, también exhausta. 

Allegra dejó de abrazar y besar a Nora y se incorporó.

– ¿Qué estás haciendo en Metrópolis? ¿Y por qué vas así vestida? –señaló el vestido de prostituta que se encontraba tirado por el suelo, junto con sus ropas.

– Es sólo un disfraz. No puedo meterme en los bajos fondos de esta ciudad vistiendo elegantes vestidos y dejar que se sepa que pertenezco a una casa nobiliaria.

– Lo sé, yo te enseñé a hacerlo. Pero ¿tenías que disfrazarte de prostituta...?

Nora puso una picarona sonrisa.

– Además de disfrazarme, también quería impresionarte...

Allegra suspiró antes de continuar.

– ¿Y a qué has venido a Metrópolis? Sé que me extrañas desde que me fui sin avisar, pero no creo que hayas venido solo a verme ¿Saben tus padres que estás aquí?

– Por supuesto. De hecho, vengo en representación de la familia para ayudarte con el conflicto que tienes con la reina.

Allegra la miró sorprendida.

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