CORTO MALTESE

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Las ruinas a las que se dirigía se encontraban a lo alto de un acantilado. Había un camino que serpenteaba hacia ese lugar, pero era un camino muy descubierto y, si había alguien a lo alto vigilando, la verían desde la distancia. Ya era de noche, pero el cielo estaba despejado, algo raro en aquel lugar, y la luna estaba muy llena, por lo que la zona estaba bien iluminada. Fue por ello por lo que Sara decidió escalar el acantilado.

Tras un ascenso bastante accidentado, logró llegar a la parte alta. Una vez arriba, vio que el muro estaba en parte derruido, así que se podía entrar en la fortaleza con facilidad. Aún así, no bajó la guardia; menos aún, sabiendo que aquello era una zona controlada por la Guardia de la Muerte.

Mientras se dirigía hacia el muro, se fijó que había varios esqueletos esparcidos por el suelo, todos acribillados con flechas, lo que le hizo aumentar la precaución mientras se acercaba a su destino como si se moviera en un campo de batalla. Estaba a pocos metros del muro cuando algo le hizo detenerse. En el suelo había un esqueleto, también acribillado con flechas. Las flechas las tenía en la espalda y, por la pose que tenía, se veía que lo habían abatido mientras trataba de huir de la fortaleza. Los restos de sus ropajes eran los del uniforme de la Armada de Metrópolis, por lo que aquel tipo debió pertenecer al ejército de Sebastián Rojas.

Sin embargo, aquello no fue lo que llamó su atención. A pocos metros de él había otro esqueleto. En este caso, de un animal, un ave que había sido atravesada por una flecha en pleno vuelo. Al acercarse para verlo mejor, se fijó que el animal llevaba atado a una de sus patas un pequeño rollo de pergamino.

¡Un Halcón Mensajero!

Las piezas en la cabeza de Sara no tardaron en unirse. Mientras trataba de huir de la fortaleza, perseguido seguramente por la Guardia de la Muerte, aquel soldado había intentado enviar un mensaje con el halcón, pero tanto él como el animal fueron alcanzados por las flechas. Sin embargo, no parecía que las intenciones de los espectros fuera impedirle a aquel tipo enviar ese mensaje, de lo contrario, se habrían llevado el rollo y no lo hubieran dejado atado a la pata del halcón.

Todo ello provocaba más preguntas en la mente de la rubia ¿Qué sentido tenía enviar mensajes con halcón en un lugar del que no se puede escapar? Quizá la Reina Roja no veía peligro en los halcones mensajeros. Incluso podrían serle beneficiosos para ella, puesto que estos podrían atraer otros barcos a la isla. Sin embargo, Sebastián Rojas conocía el peligro que suponía ese lugar para todo el que se acercase, por lo que ese mensaje podría ser una advertencia y no una petición de ayuda. De ser así, la Reina Roja si podría haber visto ese halcón como un peligro, lo que explicaría por qué quiso impedir que saliera de la isla.

No obstante, la Reina Roja no necesitaba a la Guardia de la Muerte para ello, solo le bastaba con fulminar al halcón con un rayo, como hizo con el Grifo de Betty. Claro, que un halcón era más pequeño y más rápido que un Grifo pero, aunque no tuviera puntería con los rayos, podría haberlo derribado con una fuerte corriente de aire. Además, todo apuntaba a que la Guardia de la Muerte no trataba de impedir que el soldado enviase el mensaje, tan solo que le sorprendieron y lo mataron al tomarlo como una amenaza para su reina. Se inclinó sobre el cuerpo y palpó sus ropajes, comprobando que aún conservaba sus pertenencias. Los espectros ni se habían molestado en registrarlo, de la misma manera que ni se habían molestado en llevarse el mensaje.

La única manera de aclararse era leer el contenido del mensaje, por lo que se agachó sobre el esqueleto del halcón, desató el rollo de la huesuda pata y leyó su contenido. Sus azules ojos se abrieron como platos ante lo que acababa de descubrir. Sebastián Rojas tenía más enemigos en aquella isla; incluso dentro de sus propias filas.

Tras tomarse unos segundos para asimilar lo que acababa de leer, volvió a enrollar el trozo de pergamino y lo guardó en su bolsa. Aquel era un asunto importante del que tendría que ocuparse una vez consiguiera escapar de esa isla y regresar a Metrópolis. Pero, por el momento, su prioridad era entrar en esas ruinas y encontrar lo que Sebastián Rojas había descubierto en ese lugar y que podría servirle a ella y a sus amigos para liberar a la reina de Riverdale, acabar con la Reina Roja y los Soñadores y escapar de aquel maldito infierno.

Así que, tras asegurarse de que no había nadie cerca, se encaminó hacia las ruinas moviéndose de nuevo como si fuera un soldado en un campo de batalla. Una vez allí, inspeccionó el lugar y no tardó en encontrar una abertura que se introducía bajo tierra. Sin dudarlo, entró por la abertura y desapareció por el oscuro hueco.


EL REINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora