La fuerza más poderosa de todas

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1980

Después de casi 14 horas de angustioso trabajo de parto, Alice fue compensada con el llanto de un bebé sano, mismo que el sanador declaró que era un niño. "¡Lo sabía!", pensó adormecida, sonriendo y llorando al mismo tiempo, "¡Tenemos un niño hermoso!".

Sentía que iba a desmayarse por el cansancio, sintiéndose capaz de descansar tras confirmar que su bebé estaba bien, pero la voz de Frank la devolvió a la vida rápidamente: su rostro manchado de lágrimas brillaba con una gran sonrisa mientras le hablaba suavemente.

- ¡Lo lograste, amor! Estoy tan orgulloso de ti. Por el amor de Merlín, ¿cómo estás? - preguntó tontamente, sin saber qué más decir. Estaba tan preocupado y feliz al mismo tiempo que no podía pensar con claridad.

-Tan bien como puedes estar después del parto, amor.

- ¡Claro! Lo siento- Alice rió levemente antes de que una de las enfermeras le entregara al bebé en una manta verde, borrando cualquier otro pensamiento de su mente-. Hola, renacuajo...- todos en la sala rieron del extraño apodo: la mayoría de las mamás no comparaban a sus recién nacidos con sapos, pero ella lo decía con tanta adoración que sabían que era un cumplido.

Los tres, los señores Longbottom y "renacuajo" se veían lindos: como una pequeña familia amorosa que empezaba a formarse. Era raro ver a gente tan joven y tan feliz por tener un hijo, pero allí estaban y era encantador.

Después de limpiar tanto a la señora como al bebé Longbottom, los sanadores y enfermeros los trasladaron a una sala de maternidad donde pasarían las próximas 24 horas antes de dejarlos regresar a casa. Dado a que su suegra insistió, ella no estaba en una habitación compartida, lo que resultó ser conveniente pues Alice no se encontraba con fuerzas o ánimos de lidiar con extraños. Ella solo tenía mente y corazón para sus dos amores, su hijo y esposo.

-Se parece a ti- dijo ella cariñosamente, haciéndolo sonreír.

- ¿Tú crees que sí? - ella asintió-. Te veo mucho en él. Ojalá tenga tu carácter.

-Con que no tenga nuestros reflejos- ambos rieron, sabiendo que su pequeño seguramente sería igual de torpe que ellos-. Entonces, ¿todavía estamos bien con los nombres que elegimos?

-Yo los sigo adorando- comentó Frank sonriente, besándola en la frente con ternura.

Antes de que pudieran decir algo más, la puerta del cuarto se abrió de golpe sobresaltándolos. Para su sorpresa (a medias), no era nadie del personal del hospital, sino que Augusta Longbottom, quien a pesar de las insistencias del enfermero no se resistió a pasar a querer ver a su nieto.

- ¡Disculpen, señores! La señora se escabulló...- se disculpó el joven, haciendo irritar a la susodicha. Era un milagro que el bebé no hubiese roto a llorar con tal escándalo.

- "La señora" es la abuela de ese bebé, mocoso grosero. ¡Qué es esa forma de hablarle a tus mayores! – regañó fúrica, avergonzando a su hijo a más no poder. Miró con disculpa al enfermero y a Alice, y la segunda le quitó importancia con un gesto. Para bien o para mal ya se estaba acostumbrando a la actitud de su suegra. Mientras no se metiera con ella, todo correcto-. ¿Cómo estás, Alice? ¿Necesitas algo? – preguntó la mujer con amabilidad, olvidándose de su coraje al instante. A la castaña le extrañó, pero supuso que era la alegría de que la había hecho abuela. Le nacía ser amable con ella.

-No, Aggie, pero gracias. Ya me encuentro mucho mejor- aseguró mientras que Frank se levantaba a saludarla y le ofrecía la silla en la que había estado sentado, agradeciéndole al enfermero por la atención y disculpándose una vez por su madre (eso último en voz baja para no provocarla)-. Le decía a Frank que se parece demasiado a él, aunque ahora está algo ocupado como para dejarse ver bien- comentó risueña, acariciando el poco cabello claro en su cabecita mientras amamantaba.

One-shots de Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora