El Pavo Real y la Libélula (Drastoria).

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-No puedo creer que me hayas convencido de esto...

-...Shhh. Ya va a empezar...- regañó sutilmente. Draco rodó los ojos.

-...Cuando San Potter me vea, seré hombre muerto...

- ¿Asustado, Malfoy?

-Ni un poco-la castaña solo sonrió, chitándolo una vez más, antes de que la marcha nupcial indicará la entrada de Ginny, la novia.

Cuando Astoria, su bella niña Astoria, mencionó haber conocido a Weasley y Granger durante su último año escolar, él jamás creyó que terminarían siendo buenas amigas. Es más, él había temido que, como el resto, empezaran a tratarla mal por ser "la chica del mortífago". Y sin embargo allí estaban, en el patio de lo que llamaban La Madriguera, viendo como su jurado rival, Harry Potter, contraía nupcias con otra cara enemiga, Ginny Weasley. Y, por si fuera poco, se había conmovido al borde del llanto, pues sabía que, a ese punto de la vida, él jamás podría ofrecerle aquello a la bella chica que lo había acompañado, misma que lloraba de felicidad por los novios desde su asiento.

Si ellos llegaban a casarse (si es que Astoria no recapacitaba y elegía mejor, mejor dicho), nadie se alegraría por ellos. No habría gente reunida de todos los contextos para celebrar su amor, ni tampoco tendrían buenos deseos para su futuro.

El mundo, desde el primer día en que se conocieron, les había dado la espalda, condenando su amor a ser casi clandestino, como si tuvieran que ocultarlo. Como si fuera algo malo, maldito. A veces, a pesar de no querer reconocerlo, Draco se cuestionaba si debía hacerle caso al mundo, si de verdad estaban haciendo algo malo.

- ¿Todo bien, amor? - la dulce voz de Astoria lo sacó de sus lúgubres pensamientos, claramente preocupada. Sabría Merlín qué cara habría puesto para sacarla de su euforia.

-Sí, bonita. Hace calor, eso es todo- era evidente que no le creyó, pero decidió no interrogarlo.

- ¡Pobres! Ni con todo lo que hicieron se salvaron de reporteros...-observó Astoria a unos cuantos camarógrafos siendo echados por uno de los hermanos Weasley. Uno de ellos atinó a tomar una foto a su dirección, haciéndolos parpadear varias veces, sorprendidos-. ¿Nos veremos tan guapos? - bromeó, sin mucho éxito.

-Más bien se preguntarán qué hace un mortífago en la boda de Potter...-el rubio palideció ante la idea de que su nombre saliera en otro tabloide de chismes, avergonzado. Nunca era para algo bueno, siempre inventaban algo.

-...Pues acompañas a tu novia a la boda de su amiga, tan simple como eso. Y ya te he dicho que no te llames así. No pienso permitir que nadie te llame así frente a mí, ni siquiera tú mismo- sentenció, no dando lugar a objeciones.

Astoria era un encanto de mujer, sí, pero también era una fierecilla de temer si alguien se atrevía a insultarlos frente a ella. Draco, a ese punto tras la guerra, solo la defendía a ella, no a él. Podían decir y deshacer con él, le daba lo mismo...Solo que no metieran a su adorada Astoria. Pero claro, el mundo no dejaba en paz a Astoria, más bien disfrutaba de atormentarla, por más que ella buscara ignorarlo con una sonrisa.

La música, mezcla muggle y mágica, había llegado después del vals, inaugurando la pista de baile al público, quienes no tardaron en llenar la pista de parejas melosas y eufóricas, el alcohol empezando a hacer su efecto en el ambiente.

-Draco, amor...

-...No...

-... ¡Ni siquiera sabes que iba a pedir! - Lunática Lovegood, una de las invitadas con las que decidieron sentarlos, rio un poco, claramente divertida por la "discusión" de la pareja.

One-shots de Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora