Aunque nunca lo admitiría en voz alta, Albus lamentó el momento en que abrió la carta con la fatal noticia de la muerte de su madre, por todas las razones equivocadas...
Amaba profundamente a sus padres y hermanos, verdaderamente lo hacía, pero amarlos era complicado, por decir lo mínimo.
Su padre tuvo un buen corazón corrompido con odio, y murió podrido en una celda a causa de ello. Su madre, Kendra, también tuvo un buen corazón e imprudentes modos, pero jamás la conoció más allá de lo que elegía mostrar, lo cual era nada más allá de una madre abnegada a la salud decadente de su hija menor. Kendra Dumbledore, a su modo de ver, fue una mujer que vivió una vida de mentiras hasta el final, y quien pasaría al más allá sin ser realmente conocida por nadie, lo cual supuso, fue uno de sus deseos...
Eso, y que sus hijos mayores cuidasen de Ariana con la misma discreción y ternura con la que ella lo hizo hasta que la niña la mató accidentalmente en una de sus recurrentes y explosivas crisis nerviosas.
Y como Aberforth aún era menor de edad para la ley e irresponsable a ojos de cualquier persona sensata, esa enorme carga recayó sobre él, el mayor, destrozando todos los planes que tenía para su futuro con una carta, cortando sus alas de explorar el mundo junto a su estimado Elphias Doge, y arrastrándolo en su lugar de regreso al pequeño pueblo de su tétrica infancia, El Valle de Godric, del que tanto le había costado alejarse en primer lugar.
Sabía que era egoísta, pero la verdad permanecía: si pudiera cambiar el tiempo, ignoraría esa trágica carta de casa y se iría con Doge, disfrutando de la libertad y alegría que solo la ignorancia sabía proveer.
Pero claro, la leyó, y su conciencia y su moral no lo dejaban desatenderse de sus hermanos, y por eso es que estaba allí en vez de Grecia, preparando frascos de pócima de sueño para calmar a su hermana en vez de conversando con eruditos del resto del mundo como había planeado, como se había ganado tras años de estudio y logros académicos. Eso, y lidiando con las estupideces de Aberforth, quien tenía un "don" para involucrarse en las situaciones más peligrosamente innecesarias.
En pocas palabras, su vida familiar jamás fue perfecta, pero ahora su madre estaba muerta y todo era peor.
Allí, en ese pueblo en medio de la nada, Albus Dumbledore se enfrentó a uno de sus enemigos más odiados: el aburrimiento. Encerrado en la casa de su infancia, sin otra compañía aparte de la locura y la imprudencia, su espíritu perecía. Tenía que hacer algo...
-No te la vas a llevar.
-La gente habla. Madre murió para mantenerla en secreto: ¿no deberíamos honrar sus deseos?
-Madre está muerta- respondió Aberforth secamente, como si no hubiera llorado como un niño al encontrar su cuerpo días atrás-. Y su deseo era mantenerla a salvo, otra cosa es que pensó que "el secreto" era la forma de lograrlo. Me importan un carajo los secretos o el qué dirán, solo quiero lo mejor para nuestra hermana.
-Yo también quiero lo mejor para Ariana. Madre detestaba la idea, pero la verdad es que los sanadores saben más que nosotros y pueden ayudarla a sanar. Si ella murió fue por su necedad e inconsciencia al mantener a Ari escondida entre nosotros, cuando claramente necesita ayuda de otros.
-Tu solo quieres lo mejor para ti, no quieras engañarme. Como te dije en esa carta, solo avisaba de la muerte de madre, no era una petición para que volvieras. Este es nuestro hogar, de Ariana y mío, y no vas a correrla a tu conveniencia. Ella pertenece aquí...
"...Y tú no", concluyó mentalmente Albus por su hermano, quien se había mordido la lengua por algún motivo lejos de su entender: no era como que lo compadeciera, y Aberforth jamás fue empático con nadie que no fuera Ariana como para adjudicarlo a esa virtud. Su hermano no mentía: él no pertenecía allí, era evidente. Su lugar estaba lejos, en las grandes ciudades, ideando y estudiando en diferentes lenguas y escritos. Su pueblo y su hogar le quedaban pequeños a su ambición, y lo estaba carcomiendo.
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One-shots de Harry Potter
Fiksi PenggemarOne-shots independientes sobre personajes o parejas de una de mis sagas favoritas de todos los tiempos. ¡Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas!