➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
Corría, de un extremo a otro de la estancia, tratando de no tropezarse con sus propios pies. Era caótica por naturaleza, y los años habían acrecentado aquel defecto.
—Axl, ¡deja de comerte la masa de las galletas!
—Blake, ¿te encuentras bien?
Al otro lado de la línea telefónica, la voz de Once sonó desconcertada y preocupada. En los escasos dos minutos que llevaban en llamada, la joven que se localizaba conectada al otro borde del aparato electrónico solo le había transferido alaridos y estruendos.
—Estoy b... —su respuesta no llegó a ser formulada de manera completa. Su cuerpo había aterrizado sobre el suelo, encima de una caja de pizza y un cúmulo de folios arrugados.
—¿Blake?
Silencio. Mentalmente, Blake maldijo el corto cable del que disponía su teléfono y el desastre que adornaba el salón de la caravana. Era tan desordenada como caótica; una peculiaridad heredada, sin lugar a dudas, de su padre.
—Estoy bien, ¡estoy bien! —de manera atropellada y apresurada, volvió a colocar el auricular del aparato sobre su oído izquierdo; y, de forma casi cómica, se puso en pie.
—¿Estás bien?
—Estoy bien —reprodujo. Había estado demasiado cerca de realizarse una rinoplastia contra la moqueta, pero estaba bien—. Lo que te iba diciendo es que he hecho galletas...o lo he intentado, al menos. Te enviaré una bolsa por Mike. Aunque, quizás debería probarlas yo antes, ¿no? Intoxicarte no entra entre mis planes.
—¿No vas a venir? —decepción, quizás fuese la palabra que más se asemejaba al estado anímico de Ce. Era conocedora de lo improbable que resultaba la aparición de Blake en California durante las vacaciones de primavera; aún así había albergado la esperanza de que su hermana pudiera efectuar aquel viaje.
—Tengo que trabajar —expuso con pesar. Detestaba decepcionar a Once—. Pero te prometo que este verano recuperaremos las horas perdidas, ¿vale?
La respuesta por parte de la niña tardó en llegar. Blake, aprovechando la pausa, se aproximó a la encimera y atrapó a Axl entre sus manos. Si el gato aún no había caído desplomado en el suelo, quería decir que las galletas eran comestibles, ¿no?
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo. Tú ahora disfruta de las vacaciones de primavera y de Mike.
—¿Mike me traerá galletas?
—Mike te llevará galletas —afirmó, reprimiendo una sonrisa que amenazaba con ilustrarse en su rostro. La inocencia con la que Ce se comunicaba le causaba ternura—. Oye enana, sabes que me encanta hablar contigo, ¿pero no deberías estar aún durmiendo?
El reloj que ornamentaba la pared marcaba las nueve de la mañana, por lo que, si las cuentas no le fallaban, en California deberían ser aún las seis. Más o menos.
—Tenía que terminar un trabajo para el instituto. Es sobre nuestro héroe. He...elegido a papá.
Papá. Blake sintió como su corazón se comprimía. Le echaba de menos. Tanto, que el insomnio y las pesadillas se habían convertido en sus mejores amigas durante los últimos meses. Noche tras noche, su mente viajaba a aquel día. ¿Por qué el destino había sido tan caprichoso?
—¿Qué tal...el instituto? —quería llorar, eliminar el nudo que se había enredado en su garganta y expulsarlo entre llantos y lágrimas. Pero no era el momento; no con Ce escuchándola.