➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
Con delicadeza, Eddie comenzó a deslizar sus dedos por la espalda de la joven, trazando círculos irregulares; desencadenando que su piel se erizase ante su frío tacto. Mientras, Blake permaneció con la cabeza reposada sobre el desnudo pecho del mayor. El sonido de sus latidos le transmitía paz y calma; no deseaba separarse de él, pero el tic tac del reloj no cesaba.
—Creo que es hora de que me vaya; está a punto de salir el sol.
—El walkman, Blake —suplicó en un murmullo, buscando su mirada.
—Pasaré por el parking de caravanas a buscarlo antes de ir a casa de los Wheeler —aseguró.
—Te lo pido por favor; si tu canción preferida es tu salvación, no te olvides del walkman.
—No lo haré. Te lo prometo —sin separarse del torso de Eddie, alzó la vista y conectó su mirada con la del muchacho. La preocupación dominaba con fervor aquellos orbes castaños que lograban hipnotizarla—. Volveremos a por ti cuando hayamos logrado dar con una solución a este caos.
—¿Olvídate de mí, vale? Estaré bien. Ahora lo importante sois Mayfield y tú.
No contestó. Durante unos minutos permaneció inmóvil, disfrutando de la tranquilidad que le ocasionaba aquel remoto lugar de Hawkins y aquella inesperada compañía. La realidad —injusta y temida— la esperaba al salir al exterior, y deseaba poder alargar aquel instante eternamente; pero no podía permitírselo.
—Me voy ya; antes de que Steve y Harriet entren en cólera y vengan en mi búsqueda —con pesar, se irguió. Ante aquel gesto, Eddie gimió, a modo de protesta—. ¿Y mi camiseta?
—¿Sabes? Te queda mejor esa. Y si no me hiciese falta, te la dejaría.
Con lujuria, Eddie examinó a su acompañante, sacándole los colores. Blake se maldijo internamente, ante el efecto que el mayor lograba causar en ella.
—Cuando pongamos fin a todo este desastre, y me una al Club Fuego Infernal, podrás regalarme una —comentó, recordando la oferta que le había hecho hacía un par de noches de ser miembro de aquella asociación de frikis de Dragones y Mazmorras.
—Aunque no te unas al club, te la regalaré igual. Porque no te haces a la idea de lo mucho que me pone como te que...
—¡Cállate! —entre risas, se abalanzó sobre él y cubrió su boca para que guardase silencio. Ante aquel repentino arrebato de vergüenza, Munson soltó una carcajada.
Los nervios que lo carcomían cada vez que estaba cerca de Blake, y su faceta tímida y cortada, se habían evaporado de forma drástica. La muchacha había logrado hacerlo sentir seguro de sí mismo y cómodo; y por primera vez en su vida, había podido mostrar su verdadero yo ante alguien que no fuese su reducido grupo de amigos.
—Cállate —repitió con gracia, sin cesar las risas. Ante las cosquillas que le proporcionaban las carcajadas de Eddie bajo la palma de sus manos, lo liberó; dándole la oportunidad de manifestarse.
—Lo digo en serio; me po...
Con un beso, volvió a callarlo. Y, cuando Eddie estalló a reír en mitad de aquel gesto, Blake se sintió plena; y feliz. Deseaba congelar aquel momento e inmortalizarlo.
—A mi también me pones mucho con esa camiseta —admitió, dejándolo en jaque.
Con pesadumbre, se puso en pie y ojeó lo que la rodeaba, en busca de la ropa que, sin compasión, Eddie había arrojado al polvoriento suelo unas horas atrás. Cuando localizó su atuendo y lo atrapó entre sus manos, se deshizo de la camiseta del Club Fuego Infernal y se la lanzó al mayor; obligándolo así a vestirse.