➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—Eddie. ¡Eh, Munson! Escucha, eh.
Cuando la voz de Steve, apurada y torpe, alcanzó a Eddie, el más joven redujo la velocidad de sus pasos; permitiendo así que Harrington lo alcanzara. En un sprint, se situó al lado del muchacho y habló:
—Quería darte las gracias. Por salvarme la vida antes.
Sorpresa y shock. Lo último que esperaba recibir por parte del rey Harrington era una muestra de agradecimiento.
—No jodas. Te has salvado tú mismo, tío —contestó, tratando de no mostrarse asombrado—. Venga, te has puesto en plan Ozzy, ha molado.
—¿Ozzy? —confundido, reprodujo el nombre que había formulado Eddie.
—Cuando le has pegado el mordisco al murciélago. Ozzy Ousborne —especificó, en vano. La mueca de desconcierto de Steve hablaba por sí sola—. ¿Black Sabbath? Le arrancó la cabeza a un murciélago.
—No sé quién... —negó.
—¿No te suena?
—No.
—Ha sido un rollo muy heavy. Va en serio.
—Gracias —repitió, obviando la mención de Ozzy Ousborne y Black Sabbath.
De reojo, Munson contempló a su acompañante cuando el silencio los envolvió. Harriet y Blake se habían adelantado lo suficiente como para no percatarse del intercambio de palabras entre los dos muchachos.
—Henderson me dijo que eras un tío duro —se pronunció tras un par de minutos, tratando de que el ambiente no se volviese incómodo—. Insistió mucho en eso, en realidad.
—¿Henderson te dijo eso?
—Que sí, joder —aseguró—. Ese crío te admira, tío. Pero no tienes ni idea. Es muy molesto, la verdad. Ni siquiera sé por qué me importa ese cabroncete, pero...creo que estoy un poco celoso, Steve.
Sin poder contenerse, Harrington soltó una risa genuina. Henderson había sido uno de los mejores descubrimientos de su vida.
—Creo que no acepto el hecho de que Steve Harrington sea un buen tío. Padres ricos, popular, las tías lo adoran... ¿No es un capullo? Imposible, imposible. Eso se salta todas las reglas existentes en el universo; y también mi propia doctrina Munson —narró con diversión—. Pero sigo súper celoso, que lo sepas.
—Ya —afirmó con una carcajada.
—Y por eso yo nunca habría saltado al lago a salvarte. Al menos no...en circunstancias normales —admitió.
De improviso, un ruido en las profundidades del bosque los obligó a frenar.
—No. Fuera de D & D no soy ningún héroe. Veo el peligro, doy media vuelta y corro. O, al menos, es lo que he estado haciendo esta semana.
—No te machaques tanto, tío —pidió Steve, dándole una palmada en el pecho.
—Mira —tras frenar de nuevo sus pasos, señaló al frente—. El único motivo por el que he venido es porque las señoras saltaron sin pensarlo. Y a mi me daba vergüenza ser el único que se quedaba en el bote. ¿Pero Hopper? No perdió ni un instante, ni uno solo. Se tiró de cabeza. Le importas demasiado.
En silencio, contempló a su mejor amiga; acto seguido, volvió a trasladar sus orbes hacia Eddie. Había comprendido el doble significado de sus palabras, y con pesar, habló:
—Si hubieses sido tú, habría hecho lo mismo.
—¿Tú crees?
—Estoy convencido, Munson. Nunca había mirado a nadie como te mira a ti. Le importas más de lo que puedas llegar a imaginar. Y con respeto a lo que te dije en la barca, olvídalo, ¿vale?