➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—Vale, date prisa Mayfield.
—Veinte segundos —aseguró, al tiempo que abandonaba el vehículo.
Blake suspiró, ansiosa. ¿Cuántas paradas iban a realizar antes de poner rumbo al hogar de Porriqui? Aún no habían tenido noticias de Eddie, y eso la preocupaba y la aterraba a partes iguales. Necesitaba llegar ya al embarcadero de Coal Mill Road.
—Este trasto tiene pilas, ¿no? —cuestionó Steve, señalando el walkie que sujetaba Dustin.
—No me dignaré a responderte.
—¿Pero tiene pilas o no? —intervino la joven, con crispación.
—Sí, claro que tiene pilas —respondió rendido. Una respuesta que no satisfizo a Blake. Si tenía pilas, ¿por qué no habían tenido comunicación con Munson?
—Eh, ¿a dónde vas, Hopper? —confundido, Harrington atrapó el brazo de su mejor amiga, impidiendo que su cuerpo abandonara de forma completa el BMW.
—Voy a por Axl y a llamar a Ce. Necesito asegurarme de que esté bien —informó, soltando el agarre que Harrington ejercía sobre ella.
Si permanecía en el coche a la espera de Max y sin hacer nada, iba a perder por completo la calma. Y, aprovechando la parada en el parking de caravanas, debía cerciorarse de que Axl no había sucumbido a sus instintos asesinos contra el sofá y que su hermana estaba a salvo de todo el caos que asolaba Hawkins.
—Hey, ¿cómo estás? —con cariño, en cuanto atravesó la puerta de su hogar, atrapó al gato entre sus brazos. Axl no era simpatizante de las muestras de afecto, pero había añorado a su dueña—. Veo que voy a tener que reponer los cojines cuando todo regrese a la normalidad, ¿eh?
De nuevo, volvió a posar al animal en el suelo. No quería demorarse ni hacer esperar a sus amigos; por lo que se apuró en aproximarse al teléfono y marcar el número de la casa de los Byers. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos, cuatro pitidos, cinco pitidos. Fin de la llamada.
—Mierda —farfulló.
Volvió a marcar el número correspondiente y, de nuevo, no hubo contestación. Rendida, suspiró. Que no contestaran al otro lado de la línea telefónica no era señal de alarma; pero dadas las circunstancias, se preocupaba al no obtener una respuesta.
—¿Y yo ahora qué hago contigo, Axl? —dudosa, volvió a aproximarse a su mascota. No sabía cuánto duraría aquella hecatombe; y dejar al felino solo no le parecía una opción responsable—. ¿Qué te parecen unas vacaciones con el señor y la señora Miller?
Eran los únicos vecinos —a parte de Maxine y su madre—, que la habían acogido en aquel desolado parking. Eran un matrimonio de ancianos que le transmitían confianza y que la habían tratado con educación y cariño; y por consiguiente, su única alternativa.
—Unas vacaciones se ha d... —silencio. Alarmada, giró su cabeza en busca de aquel repentino sonido que había perturbado su tranquilidad.
" ¡Y yo acabo de ver el puñetero reloj! Y...probablemente Blake lo verá en las próximas horas". Las palabras de Max volvieron de golpe a su subconsciente. No se había equivocado en su declaración. Allí, frente a ella, un enorme reloj de cuco daba cinco campanadas.
—¡Eh, Blake! ¿Nos vamos?
Sobresaltada, abandonó en trance en el que se hallaba. Steve había irrumpido silencioso en la estancia.
—¿Estás bien? —cuestionó preocupado, percibiendo la mueca que adornaba el rostro de su amiga—. ¿Blake?
—Acabo de...