➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—A ver que yo me aclare, ¿lo sobrenatural ha regresado a Hawkins?
Era un resumen muy escaso de todo lo que Blake y Max habían narrado, pero sí. La idea principal se abreviaba en dicha frase: lo sobrenatural había regresado a Hawkins. O esa era la teoría que Henderson, Hopper y Mayfield habían elaborado.
—¿Y para demostrarlo queréis que nos pongamos en modo detectives y busquemos a un fugitivo que presuntamente ha asesinado a una adolescente? —agregó, después de obtener una afirmativa a su inicial cuestión. Blake volvió a menear la cabeza, indicando que la respuesta era sí—. Oh, ¡genial! Una idea estupenda.
—Steve, no te pongas ahora en modo sarcástico, ¿quieres? Eddie necesita ayuda y nosotros respuestas.
—Debería plantearme el cambiar a mi grupo de amigos —formuló Robin, en un murmullo ahogado.
—Harías bien —añadió Harriet, apoyando el peso de su cuerpo contra el mostrador, en señal de fatiga—. Uno que no opte por buscar problemas por hobbie.
—¿Y por dónde pretendes empezar a buscar, Sherlock? —ante la duda cansada de Harrington, Blake trasladó sus orbes hacia Dustin, dándole así la palabra.
—Empezaremos por llamar uno a uno a sus amigos —sentenció, descolgando el teléfono.
Steve suspiró, resignado. Intentar convencer a Dustin y Blake de que buscar a Eddie era una mala idea, sería lo más similar a una misión imposible. Ceder ante sus divagues era la única alternativa vigente. Rendido, asintió.
—Voy a por el teléfono que hay en la trastienda —informó Robin, apartándose del grupo y adentrándose en el almacén. En el fondo disfrutaba de aquellas aventuras; y cambiar a su grupo de amigos no entraba en sus planes.
La misión "localizar a Munson", había dado inicio. Max no tardó en adueñarse del tercer teléfono; al tiempo que Blake buscaba los números de los conocidos de Eddie, y Harriet se limitaba a contemplarlos dudosa.
—¿Crees que nos tocará volver a lidiar con rusos? —al tiempo que se posicionaba junto a la rubia, Steve volvió a hablar.
—Mejor un ruso que el demogorgon o el azotamentes, ¿no? —en vista de los acontecimientos vividos el verano pasado y su furtivo encuentro con los rusos, no tenía claro que los europeos fuesen mejor opción que un monstruo; aún así, Harrington no negó lo expuesto por Walsh.
—Hablando de rusos y del azotamentes... —dudó en seguir hablando. No tenía claro cómo expresar lo que, desde la noche anterior, abordaba sus pensamientos.
—¿Me recomiendas alguna película, Harrington? —deseaba tener esa conversación, aclarar aquel te quiero y retomar la relación que antes del cuatro de julio mantenían; pero el videoclub no era el escenario idóneo para hablar de sentimientos, y menos con el público que lo presidía.
—¿Te fías de mi gusto fílmico, Walsh? —había comprendido el por qué del repentino cambio de tema en la conversación; él tampoco creía que era el momento adecuado para charlar de lo sucedido en Starcourt.
—La verdad es que no mucho —contestó al tiempo que reía. Harriet conocía de primera mano el mal gusto que Steve tenía en cuanto a películas se trataba; pero estaba dispuesta a arriesgarse—. Pero ¿quién sabe? Quizás me sorprendas
Harrington soltó una carcajada. Él lo ponía en duda; pero si Harriet deseaba una recomendación, él se la ofrecería. Y, obviando la base de operaciones que había armada a unos metros de ellos, la pareja comenzó a recorrer las estanterías de Family Video al tiempo que contemplaban los títulos que descansaban en ellas.