➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—¿Qué pasará si no logramos probar mi inocencia?
La respuesta no llegó de manera inmediata. En silencio, y con la mirada clavada en las polvorientas y oxidadas vigas de hierro, meditó una contestación. ¿Qué pasaría si no lograban exculpar a Eddie? La cárcel, en la mejor de las probabilidades, sería inevitable.
—No sé porqué me sorprende la posibilidad de acabar encarcelado, la verdad. Quiero decir, soy Eddie Munson, el bicho raro de Hawkins. La gente como yo está destinada a no tener futuro —con pesar, soltó una risa que logró abrumar a su acompañante.
—La gente como tú está destinada a destacar entre la sociedad y a comerse el mundo, no a pudrirse en una celda, ¿queda claro? Vas a tener un futuro Eddie, y yo me encargaré de eso.
Él lo dudaba, pero la firmeza con la que Blake se había pronunciado había logrado que un rayo —por pequeño que resultase ser— de esperanza le hiciese creer en ese "vas a tener un futuro".
—Cueste lo que me cueste, ¡voy a probar tu inocencia! Y si tengo que ser tu coartada de esa noche, ¡lo seré!
Sonrió, afligido. Por primera vez en casi veinte años, alguien estaba dispuesto a lanzarse a una hoguera en llamas por él. Le importaba a Blake Hopper, por irracional que sonase.
—Eres inocente, y el mundo entero lo sabrá. Y yo me encargaré de ello.
Volvió a sonreír, mostrando agradecimiento. Con palabras no era capaz de expresar la dicha que sentía por todo lo que Blake, sin apenas conocerle, había hecho por él. No se había equivocado al expresarle, un par de horas atrás, que era excepcional.
—¿Crees qué...? —de golpe, guardó silencio y se aproximó veloz hacia la ventana, confundiendo a la adolescente.
—¿En serio pretendes asustar a alguien con una botella de vidrio rota?
Alarmado, trasladó su mirada hacia Blake. La tensión acumulada lo había obligado a reaccionar de manera brusca y torpe al escuchar —o creer escuchar— ruido en el exterior de la caseta. No sabiendo qué respuesta otorgarle, se encogió de hombros y blasfemó un: "Joder. Mierda".
—Nadie sabe que estás aquí, no tienes por qué alarmarte, ¿vale? —trató de calmarlo, aproximándose a él.
Dudoso, la contempló. Deseaba creerla, pero no confiaba en la supuesta veracidad de dicha declaración. ¿Y si alguien había localizado su paradero y había advertido a las autoridades? Allí no estaba seguro; ni allí ni en ningún rincón de Hawkins.
—¡Hostia! —sobresaltado, Eddie elevó la botella en señal de defensa, al tiempo que atrapaba el cuerpo de Blake y lo situaba a su espalda, a modo de protección. El sonido seco que reprodujo la puerta al impactar contra la pared había logrado espantarlos y ponerlos alerta.
Cuando visualizaron a los cinco intrusos que se habían colado en su escondite, suspiraron aliviados.
—Servicio a domicilio —sentenció Dustin con ferviente energía, elevando una bolsa de plástico atiborrada de provisiones.
—¿Interrumpimos algo? —indagó Harriet con gracia, al deparar en cómo Eddie continuaba ejerciendo presión en la cintura de Blake, obligándola a permanecer tras él.
Se miraron y, avergonzados, se separaron. Ignorando las risas burlonas de su mejor amiga, Blake se aproximó a Henderson y le arrebató la comida. Tenía hambre; demasiada.
—¿Hay alguna noticia? —trató de averiguar en cuanto regresó a la barca en la que Eddie y ella habían pasado la noche. Munson la siguió; y en cuanto se acomodó, atrapó una caja de cereales y un bote de batido de chocolate. Él también necesitaba saciar el rugido de su estómago.