➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—¿A qué ha venido eso?
Sus palabras habían sido reproducidas en un murmuro ahogado. Estaba en shock, y las dudas lo habían asolado con fuerza. El por qué Blake lo había besado era una incógnita para la cuál no hallaba una respuesta acertada.
—¿Por qué? —volvió a hablar, ante el silencio de la joven.
Con cautela, Eddie atrapó el rostro de la muchacha entre sus manos; obligándola a establecer contacto visual con él. Estaba avergonzada y aterrada; aún así, no se arrepentía de haber actuado de manera tan drástica.
—Te dije que la gente como yo sí se fijaba en la gente como tú. Y...
—¿Y?
—E incluso podía enamorarse —finalizó.
Eddie sintió como el shock se transformaba en nervios; como su corazón se comprimía ante las palabras de Blake, al tiempo que comenzaba a latir de manera desenfrenada.
—¿Te has enamorado de mi, Blake Hopper? —en un intento de rebajar la tensión que los había abordado, habló con burla y diversión.
—Creo que sí.
—¿Crees que sí?
No lo creía, lo sabía. Con pesar, cerró los ojos; la mirada de Eddie y el contacto que ejercía sobre ella no la dejaban pensar con claridad.
—¿Blake? —con sosiego, acarició el rostro de la chica, desencadenando así que un escalofrío la sacudiese y que volviese a establecer contacto visual con él.
—Me he enamorado de ti, Eddie Munson —confesó, obviando los nervios y el miedo.
—Nadie se enamoraría de mí, Blake. ¿Acaso no me has visto? —con angustia y pesar, soltó una risa. No lograba asimilar que las palabras de la joven no eran una broma.
—Yo lo he hecho. Me conquistaste con tu extravagante forma de ser y me enamoraste; por muy surrealista que suene.
No, no creía sus palabras. Bruscamente, se apartó de Blake y comenzó a caminar de un extremo a otro de la estancia. Era Eddie Munson; el friki drogadicto y apestado de Hawkins. ¿Quién en su sano juicio se fijaría en él?
—¿Por qué te cuesta tanto creer que alguien se enamore de ti?
—¡Porque soy yo, Blake! —exclamó, exaltado, frenando sus movimientos inquietos y encarándola—. Soy yo...
—Sí, eres tú. ¿Y?
—¡Mírame! No soy como Steve Harrington; no soy como Jason Carver; no soy como Billy Hargrove.
—¡No, no lo eres! —exasperada, trató de acercarse a él—. ¡Eres mil veces mejor que Jason o Billy!
—¡Soy un completo desastre, Blake! —lo era; y a lo largo de su adolescencia lo habían convencido de que aquel defecto era algo malo.
—Lo eres, ¡y me da igual! Yo también lo soy, Eddie. Soy un desastre como persona; lo fui como hija y lo soy como amiga. Pero eso no impide que haya gente en mi vida que me quiera tal cual soy.
—Es diferente...
—¡No, no lo es! —de nuevo, volvió a acortar la distancia. Y, con prudencia, depositó su mano izquierda sobre el rostro del mayor; obligándolo a mirarla—. Me he enamorado de ti, ¿vale? Y me costó darme cuenta; muchísimo. Y no voy a permitir que te autoconvenzas de que lo que yo siento no es real, ¿vale?
—¿Por qué yo? —tras una pausa, formuló su principal duda en un suspiro pesado.
—¿Y por qué no? Eres excepcional; te lo dije el otro día.