➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—Blake, despierta. Despierta, ¡por favor!
Estaba al borde de un ataque de pánico; no sabía qué hacer ni cómo actuar. El tiempo se agotaba, y el reloj no detenía el incesante tic tac que ponía en jaque mate la partida.
—¿Qué estáis haciendo, tíos? ¡Daos prisa!
Cuando la orden histérica de Steve llegó a oídos de Erica, la niña salió precipitadamente hacia la habitación de Eddie; lugar en el que se habían aglomerado los miembros restantes del grupo.
—¡Steve dice que os déis prisa!
—¡Ya, no jodas!
—¡Es que no encontramos nada, Erica!
El caos había sucumbido de forma abrupta al grupo de adolescentes. La caravana en la que residía Eddie Munson se había transformado en un anticiclón de gritos histéricos, insultos y movimientos torpes; la calma se había extinguido.
—¡Joder! Su walkman está en el lago Lovers, ¡y no tengo su canción preferida! —la declaración alterada de Munson había logrado pasar inadvertida entre el rebumbio que asolaba su cuarto. A cada segundo que transcurría, los nervios aumentaban. No tenía ninguna canción de Alphaville, ¡no sabía cómo salvar a Blake!
—¡Venga ya! ¿Qué es esta mierda, Eddie? —la cuestión excitada de Robin atrapó la atención del muchacho. Entre las manos de la joven descansaban múltiples casetes de música—. ¿Madonna, Blondie, Bowie, Beatles? ¡Música! ¡Necesitamos música!
—¡Esto... —con cólera, le arrebató las cintas—...es música!
"Pero no la música que ella necesita", pensó. Agitado, sin ser capaz de controlar su irregular respiración y los latidos desenfrenados de su corazón, se sentó al borde de la cama. Con nerviosismo, se llevó las manos a la cabeza; se estaba asfixiando.
—Decidme qué habéis encontrado algo, ¡porque yo no! —con la misma histeria que sus amigos, Harriet se introdujo en la caravana—. No sé dónde tiene guardadas las cintas de música, ¡pero no he encontrado nada!
—¡Max! —de improvisto, Lucas pronunció el nombre de la adolescente—. ¿Qué canciones tienes en tu caravana? Quizás alguna pueda servir.
—Tengo...de todo un poco. ¿Cuál es su canción preferida? —al tiempo que se erguía de forma apresurada, formuló la duda para la cual nadie, o casi nadie, tenía respuesta. Ninguno había llegado a plantearse aquella duda; habían estado buscando a ciegas—. ¿Guns N'Roses, Bon Jovi?
—Pues...yo...no lo sé. ¡No lo sé! Es mi mejor amiga y ni siquiera sé cuál es su canción preferida.
—Forever Young, de Alphaville.
Con curiosidad, todos plantaron sus miradas en Eddie. El por qué él era conocedor de la canción preferida de Blake era una incógnita para algunos, pero una evidencia para otros.
—No tengo nada de Alpha...lo que sea.
Silencio. Un silencio ensordecedor que comenzaba a ahogarlos. Tic Tac, Tic Tac. El reloj no concedía tiempos muertos.
—¿Y si probamos con otra canción? Tal vez...
—La guitarra —comentó de forma atropellada Robin, cortando la sugerencia de Nancy. Aquella idea había cruzado su mente como una fugaz ráfaga de viento—. ¿Sabes tocar la canción?
—¿Por qué quieres...?
—¿Te sabes la canción, Eddie? —de manera abrupta, se puso en pie y sacudió el cuerpo del mayor. El chico, asustado, contempló como Buckley adoptaba la apariencia de una psicótica.