➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—"No pienso dejarte sola en esto. Ni ahora, ni nunca". No sé a ti, pero a mí esa declaración no me ha sonado a la de un amigo; y menos a la de un amigo con el que has empezado a hablar hace menos de una semana. Así que mi pregunta es la siguiente: ¿qué ha pasado entre Eddie y tú la pasada noche?
La respuesta no llegó de forma inmediata. No sabía qué explicación —excusa, más bien— darle acerca de las palabras de Munson. Allí, cruzando el bosque a hurtadillas y con sus amigos a unos escasos metros de ellas, no le parecía el escenario adecuado para hablar.
—¿Os he comentado alguna vez qué soy torpe? Y caminar por un terreno tan abrupto e irregular como este, ¡no ayuda! —el grito abrumado de Robin logró acaparar la atención de todos. Blake, visualizando sus movimientos patosos, soltó una risa.
—Blake, ignorar mi pregunta solo desencadenará que mis sospechas sean verídicas. ¿Ha pasado algo entre Eddie y tú?
Dejó de caminar, y cuando percibió cómo el grupo se adelantaba considerablemente, encaró a su mejor amiga.
—En una circunstancia en la que mi vida no pendiera de un hilo, y en la que Hawkins no se hallase en un torbellino de caos, no habría actuado como actué. Pero...
Le avergonzaba hablar del qué había pasado con Munson. El tema chicos era una cuestión que siempre había tratado de evitar; tal vez por eso nunca llegó a mencionarle a Harriet la aventura entre Harrington y ella.
—Después de hablar con Steve y con Dustin, y motivada por todo lo vivido los últimos días, me dejé llevar y me lancé a una piscina de la cual desconocía su contenido. No sabía si estaba llena o vacía; pero yo me arriesgué.
Sin esperar una contestación por parte de Walsh, Blake retomó la marcha. La conversación entre Eddie y ella la primera noche y la comodidad y paz que había sentido junto a él, también habían sido responsables de su arriesgado ahora o nunca.
—¿Qué tratas de decirme exactamente con ese "me arriesgué"?
—Que le besé.
Había sido una respuesta simple, pero al mismo tiempo firme y directa. Harriet, estupefacta, frenó de golpe.
—¿Le besaste? —Blake, al percibir como, de forma inintencionada, había elevado el tono de su voz, la mandó callar.
—Harriet, ¡cállate! —exclamó en un murmuro—. No quiero que todos se enteren, ¿vale?
—Lo siento es que...le besaste.
—Sí, le he besado. Es que...sabes que las palabras no son mi fuerte —contestó, afligida. Con la mente despejada, y sin la adrenalina recorriendo bravía sus venas, se lamentaba por sus impulsos.
—Lo sé. Sé que las palabras no son tu fuerte; al menos cuando de sentimientos se trata. Llevó años tratando de descifrar qué sientes...o por quién lo sientes, y hasta ahora me había sido completamente imposible —aseguró, en un suspiro—. ¿Qué te dijo?
—Que por qué le había besado. Y...yo le dije que me había enamorado de él —explicó, reduciendo al máximo su voz. Le daba vergüenza revivir su declaración ante Eddie—. Dijo que era imposible, que nadie se enamoraría de él; y yo traté de convencerlo de lo contrario.
—¿Y después?
—Me dijo que se había fijado en mí hacía años. Pero siempre estuvimos demasiado cerca y exageradamente lejos al mismo tiempo.
Harriet comprendía mejor que nadie aquel sentimiento de estar cerca y lejos de alguien al mismo tiempo; ella misma lo había sentido con Steve.
—Y finalmente acabé mi declaración de amor contándole que había visto el reloj de Vecna y que estaba a punto de morir —finalizó, mostrando una sonrisa sarcástica.