➴ 𝐇𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬, 𝟏𝟗𝟖𝟔.
—Joder, es la casa de los Monster.
El hogar de los Creel, en una rápida visual desde el exterior, era siniestro. El paso de los años y el abandono habían hecho mella en aquel domicilio que, en la década de los cincuenta, había albergado los primeros movimientos —de los que se tenía constancia—, de Vecna. El origen de todo —o lo que creían que era el origen—, se hallaba frente a ellos.
—A ver, ¿qué se supone que buscamos en este antro? —trató de indagar Harrington, después de adelantarse al grupo para poder iniciar la siguiente fase del plan: allanar la vivienda.
—No lo sé. Pero sabemos que esta casa es importante para Vecna —declaró Nancy.
Sabían o, más bien, creían saber. Los dibujos de Max, y lo que había logrado visualizar en la mente de Vecna los habían arrastrado hasta allí. Tal vez era una pista errónea, el camino equivocado; pero cabía la probabilidad de que, como bien había comunicado Nance, aquellas cuatro paredes esclarecieran todas las dudas formuladas.
—¿Por qué Mayfield la vio en el mundo rojo de la mente de Vecna?
—Básicamente.
—Genial —farfulló con escepticismo. Seguía convencido de que irrumpir en la morada de los Creel, en caso de ser el punto clave de los sucesos acontecidos los últimos días, era una idea terrible.
—Puede que haya una pista de su ubicación. De por qué ha vuelto, por qué mató a los Creel y cómo detenerlo antes de que venga a por Max y a por Blake —habló Dustin, tratando de proporcionarle al mayor el incentivo suficiente para que abandonase el modo madre que había activado al abandonar la casa de los Wheeler.
—O puede que sea otro callejón sin salida —murmuró Blake, tratando no captar la atención de sus receptores. Sin embargo, Harriet logró percibir la declaración de su mejor amiga.
De reojo, la observó. Sus facciones mostraban tranquilidad y pasividad; pero el movimiento nervioso de su mano —recorriendo continuamente el walkman—, sentenciaba lo contrario. Miedo, pavor, intranquilidad.
—¿Estás bien? —formuló en voz baja, intentando atrapar únicamente el interés de la muchacha.
—Tengo un mal presentimiento, Walsh —respondió, sin apartar la mirada de la vivienda. Aquel lugar le producía escalofríos.
—¿Un mal presentimiento con respecto a la casa?
Un mal presentimiento en general. Desde que había abandonado la paz que le proporcionó Eddie, percibió algo. Algo malo. No sabía el qué; pero una insistente voz en el fondo de sus pensamientos le decía que todo iba a comenzar a resquebrajarse, y que esta vez nadie podría parar el caos que se aproximaba a una velocidad aterradora.
—No lo sé, Harriet. No lo sé.
Suspiró, fatigada; y en silencio contempló como Steve y Nancy se encargaban de arrancar la lámina de madera que tapaba el acceso a la vivienda.
—No creéis que esté ahí dentro, ¿verdad? —cuestionó Lucas con temor; obteniendo un "ahora lo sabremos" por parte de Max.
—¿Lista, Nance? —obviando la duda preocupada de Sinclair, Harrington, con la previa aprobación de Nancy, empujó el bloqueo de la entrada contra el suelo. Ahora sí, tenían, casi, vía libre para entrar.
—Blake. ¿Qué estás haciendo aquí, Blake?
Su corazón se comprimió, el vello de su piel se erizó y su respiración se cortó. Por inercia, y en un movimiento disimulado, llevó la mano de nuevo al walkman. Los había percibido; sabía que estaban allí.