Prólogo

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Su piel no tenía su hermoso color habitual y sus orbes tan azules como los míos no brillaban como siempre, pero seguía siendo el hombre más hermoso que mis ojos hayan visto

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Su piel no tenía su hermoso color habitual y sus orbes tan azules como los míos no brillaban como siempre, pero seguía siendo el hombre más hermoso que mis ojos hayan visto.

Su cuerpo se estremecía, no tenía idea si por frio o tener calentura. Recorrí con la mirada su fisonomía o lo que quedaba de ella, lucia tan delgado y agotado. Ya no había casi nada de aquel hombre que era mi padre, solo un vestigio de lo que alguna vez fue. Finalmente, posé mis ojos en los suyos, me miraba con los párpados entreabiertos quizás afectado por la luz de la habitación, pero ese solo gesto me indicaba que era consciente de mi presencia.

Papá es de esas personas que te hacen sentir especial aun estando enfermo, me brindaba toda su atención como si yo fuera lo único en su mundo; mientras mamá me ignoraba muchas veces cuando le contaba sobre mis días o mis practicas de ballet, mi padre me escuchaba atento y emocionado por cada palabra que saliera de mis labios.

—Pyper— me llamó con voz ronca—Ven aquí princesa.

Mis ojos buscaron los de mi madre que asintió de inmediato, di un par de pasos colocándome al lado de papá quien alargo sus dígitos para tomar mi mano.

—Todo estará bien princesa—me susurró.

Mis ojos se llenaron de lágrimas ante sus palabras por que sabía muy bien que lo que decía no era verdad, nada estaría bien, sé que cuento con mi madre, pero no tiene comparación con el cariño y la complicidad que tengo con mi padre.

Usó las pocas fuerzas que le quedaban para tirar de mí y pegarme más a él soltando un suspiro profundo.

—Lo que voy a pedirte tal vez te parezca difícil, Pyper, pero ya no eres una niña pequeña que necesita de mi para cuidarte y guiarte—tosió—ya eres una chica grande y sé que serás capaz de lograr tus sueños—una leve sonrisa elevo la comisura de sus labios.

Asiento e imito su sonrisa de manera forzada, no le veía el sentido a sonreír cuando él lucia tan desgarbado y enfermo, no me parecía lo correcto, pero debía mostrarme valiente para hacerlo sentir feliz y orgulloso de mi.

—Pyper, hija mía, mi orgullo, nunca olvides lo que voy a decirte.

Volvió a toser, esta vez con mas fuerza que antes casi hasta el ahogo, solté su mano y tome el pequeño vaso de agua que había sobre la mesa y lo acerque a sus labios. Justo en ese momento me di cuenta que nos encontrábamos solos en la habitación, mamá y la enfermera habían salido, tal vez para darnos un poco de privacidad.

—Gracias—musito papá una vez tomo suficiente líquido que le permitió calmar su tos.

Papá se relajó tras unos instantes. Lleno sus pulmones de oxígeno e intentó hablar nuevamente.

—Necesito que me prometas que vas a cumplir con lo que te pida—inicio volviendo a entrelazar sus dedos con los míos.

—Lo haré—asentí repetidamente mirando sus ojos azules.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora