Cuatro

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Brais

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Brais

Puedo sentir los pequeños dedos de la rubia en mi abdomen tocándome por encima de la tela de la camiseta, al igual que su rico olor a fresas, sonrío para mí mismo porque logré lo que quería tenerla cerca, desde que se armó el alboroto en las calderas no le quite la vista de encima, sí, me encontraba como un maldito asechador esperando el momento justo para atacar a mi víctima.

La manera tan altanera en la que se negó a aceptar mi ayuda y el brillo retador en sus ojos no hizo más que aumentar mi curiosidad por descubrir que se esconde tras esa carita de muñeca y aspecto de niña buena.

Hay algo en ella que me llama y me seduce sin tan siquiera provocarme, solo sé que quiero probarla, hundirme una y otra vez en su coñito, lo imagino rosado, apretado y delicado, muero por romperla en dos, hacerla gritar mi nombre hasta que quede sin voz y esos azules profundos reflejen todo el placer que puedo darle con mi polla.

Poco a poco salgo de mis pensamientos, sintiendo una punzada en mi glande por el rumbo que estos están tomando, entramos a la ciudad universitaria y sin que me lo diga me dirijo al bloque donde sé que vive junto a la novia de Jake.

Si, si me encargue de investigar con quien duerme, sus horarios de clases e incluso sus prácticas de ballet algo que toma de manera extracurricular, soy así de intenso cuando me gusta algo y no me doy por vencido hasta que lo consigo.

Disminuyo la velocidad alargando un poco más mi tiempo junto a ella su suave toque y rica fragancia.

Ya frente a la residencia universitaria detengo la moto y apago el motor, de inmediato echo en falta el calor de su pecho pegado a mi espalda.

La rubia baja seguida de mí que me saco el casco con rapidez.

Diablos es mucho más hermosa de lo que pensaba, con la luz iluminándola por completo puedo apreciar el intenso color de sus orbes, sus cejas rubias abundantes al igual que sus pestañas, nariz pequeña respingona y unos pequeños labios rosas que bien no abarcarían por completo mi polla, pero de seguro deben ajustarse muy bien sobre mi tronco venoso.

Trago en seco sintiendo que mi cuerpo se calienta trayendo a colación la imagen de como abría las piernas en el auditorio y solo imagino tenerla justo de esa manera mientras deslizo mi falo una y otra vez en su interior con fuerza.

Paso la lengua por labio inferior, movimiento que la rubia sigue y justo allí es cuando veo ese brillo atrevido en ellos, mientras se hacen más oscuros.

Le gusta lo que ve.

—Bien ya estás en casa—señalo el bloque con la barbilla—sana y salva—hablo decidiendo cortar con la pequeña tensión que comenzaba a crearse entre ambos.

—En verdad gracias.

Maldición, su voz es tan suave y dulce que me tensa la verga, esa inocencia que derrocha me excita y al parecer mi entrepierna piensa igual.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora