Seis

565 64 42
                                    


Pyper

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pyper

Han pasado tres jodidos días desde mi encuentro en los baños del auditorio con Brais, ahora entiendo por qué le dicen el diablo y no solo por como arrasa en la carreras sino por que es un maldito que casi me hace caer en el pecado aunque en realidad yo no tenía ninguna intención de evitarlo, lo que no entiendo es que luego de que me acorralara, me besara de aquella manera tan poco sutil y me hiciera sentir el bulto tras la tela de sus jeans, no me dedique ni una sola mirada las veces que me lo he topado en los pasillos, en los estacionamientos del campus o en la cafetería, por cierto en cada uno de esos encuentros con una chica diferente colgando de su brazo aunque estas huyan despavoridas cuando Phía llega marcando su territorio.

Lo cierto es que me confunde su manera de ser me espía, me persigue y me seduce para luego ignorarme por completo, no sé de que va su maldito juego, pero no estoy dispuesta a seguir devanándome la cabeza por su culpa, tratando de descifrar el comportamiento del chico malo de la universidad, aunque muera por saber que carajos pasa por su cabeza.

Suelto un suspiro apartando todos esos pensamientos que no han dejado de revolotear en mi mente desde aquel encuentro y me relajo sobre la taza del retrete vaciando mi vejiga.

El sonido de la puerta estrellándose contra la pared me sobresalta, pero mi cuerpo se distienda al captar las risas de unas chicas.

—Te lo aseguro Susan es todo un Dios del sexo—escucho que una de las chicas dice.

Guardo silencio no por que me guste el chisme, sino por que el tema capta mi atención. El tema sexual es un tanto desconocido para mí, a mis 20 años sigo siendo virgen, aunque la mayoría de las chicas de mi edad ya le andan dando alegría a la panocha, no es que no haya experimentado un poco soy pura no mojigata, pero al final con mis antiguas parejas nunca llegué a segunda base, tal vez no me sentía segura o el tonto pensamiento de encontrar al indicado no me permitía ir más allá de un par de besos y unos que otros toqueteos subidos de tono.

—¿Y es cierto lo que dicen? —pregunta la voz que acompaña a la otra.

—¿Sobre qué?

—¿Eso de que tiene un arete y que le gusta el sexo anal?

La primera voz suelta un chillido emocionado—lo es— asegura—no tienes idea lo hermoso que se ve aquel piercing en la punta de su glande y lo genial que se siente cuando te la mete entera por el culo, te juro que jamás había tenido un orgasmo sin penetración vaginal, además creo que anoche fue la mejor de mi vida.

—Tengo que llevarme a Brais a la cama—dice la acompañante de la chica.

¿Dijo Brais?

Aprieto los labios sintiendo una molestia que no sé de donde rayos sale, pero el hecho de saber que el moreno se anda follando a quien sabe que fulana y a mí ni me mira me enfurece.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora