Siete

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Pyper

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Pyper

Siento como toda la sangre de mi cuerpo se me sube a la cabeza mientras mi rostro tiene una vista perfecta del trasero de Brais que continúa caminando conmigo a cuestas.

He dejado de gritar y patalear ya que cada que lo hago recibo una nalgada como reprimenda, quisiera decir que esa acción me molesta, pero más allá de eso sus palmadas logran que mi vientre cosquille y mis bragas se encuentren totalmente empapadas.

Y ahora no tengo idea si el sofoco que siento en mi cara es por la posición en la que me encuentro o por lo jodidamente excitada que me siento.

Dirijo mi mirada a donde la mano libre del moreno es introducida en uno de los bolsillos de su pantalón, el leve tintineo de unas llaves llama mi atención hasta que sus pasos se detienen y al fin me aparta de su cuerpo colocándome de pie frente a él, aunque su agarre sigue siendo igual de fuerte.

El sonido de la alarma de un auto detrás de mi me hace mirar sobre mi hombro y allí puedo detallar la camioneta negra Ford F-250, Brais abre la puerta del copiloto y me vuelve a levantar metiéndome en esta a pesar de que me resisto él es más fuerte que yo, trato de abrir la puerta una vez estoy sentada en mi lugar, pero el muy maldito ha puesto el seguro que solo permite que se pueda abrir por fuera.

—Esto es secuestro ¿Lo sabes? —le gruño en cuanto toma su lugar tras el timón del enorme vehículo.

El moreno solo me da una mirada de reojo, sin decir nada enciende el carro y lo pone en marcha pasando por alto mi reclamo.

—¿Piensas ignorarme todo el camino? —vuelvo a cuestionar—¿A dónde me llevas?

Me cruzo de brazos molesta al notar que por más que pregunte y me queje el no piensa abrir la jodida boca.

Mi corazón late de prisa imaginando miles de cosas que este tipo puede hacerme, aunque no lo creo capaz de lastimarme ¿o sí?, mi cuerpo se relaja un poco cuando noto que le moreno toma el camino que va directo a mi bloque, pero aún así la curiosidad de saber que pretende me tiene en vilo.

—¿Pensé que solo te gustaban las motos? — la pregunta sale de mis labios sin tan siquiera pensarlo.

—Hay muchas cosas que no sabes de mi campanita—por fin se digna a hablarme el muy idiota.

—¿Cómo el hecho que te gusta espiarme mientras practico mis rutinas de baile?

Lo veo tensarse y sonrío por al menos causarle alguna reacción, es que el maldito parece un tempano de hielo.

—No solo verte, también me gusta masturbarme mientras lo hago—sonríe ladino.

Un jadeo brota de mi garganta al mismo tiempo que siento que mi rostro arde.

—Mmm no sabes cuanto disfruto verte bailar y abrir esas alitas de par en par, me encanta imaginar que así te abres para mi mientras te clavo la polla una y otra vez.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora