Dos

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Brais

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Brais

Le doy una calada profunda a mi cigarro mientras observo desde el sofá donde me encuentro sentado como se remueve entre mis sábanas la morena de grandes tetas que me tiré anoche tras salir de la fiesta de bienvenida de la fraternidad, no tengo recuerdos muy claros de todo lo que sucedió pues estaba hasta el culo en éxtasis, lo que si sé es que me encontraba tremendamente caliente, Phía estaba enojada por alguna de sus pendejadas de chicas y sus estúpidos celos que al final me escabullí entre el mar de personas acompañado de Daisy una rica Dominica que me folle toda la noche hasta que mi polla no pudo más.

Me levanto y me acerco allí donde continúa dormida la piel canela.

—Despierta—empujo levemente su hombro.

La morena gruñe removiéndose un poco, pero vuelve a abrazarse de mi almohada, lo que me hace cabrearme, no suelo dejar que mis revolcones se queden a pasar la noche conmigo, pero en el estado que nos encontrábamos ambos con los niveles de alcohol y estupefacientes por las nubes es normal que el agotamiento nos dejara prácticamente inconscientes luego de coger como animales.

Y es por eso que la dominicana suele ser de las pocas chicas con las que repito, aguanta todo lo que estoy dispuesto a darle, las mujeres que se mente conmigo saben a lo que vienen, sexo duro y prolongado.

—Joder Daisy levántate—la empujo con más fuerza haciéndola dar un brinco que por poco la lanza al suelo.

—¿Qué hora es? —pregunta con tono soñoliento tratando de enfocar bien el lugar donde se encuentra.

—Hora de que te largues—suelto tajante dándole una última calada a mi cigarro para luego dejar la colilla en el cenicero sobre la mesa junto a la cama.

La morena me mira ofendida—no te haría ningún daño dejar de ser un patán de vez en cuanto y ser un poco caballeroso.

—Sigue soñando—coloco mi mejor cara de come mierda y me doy vuelta buscando una camiseta que ponerme.

De reojo observo como Daisy se levanta molesta, dejando a la vista su desnudez y comienza a buscar su ropa colocándosela con molestia.

Me importa una mierda si se enoja o no, yo solo cumplo con follarlas hasta romperles el culo y de que se larguen de aquí bien satisfechas luego de haberme corrido un par de veces.

Vuelvo a tomar un cigarro de la cajetilla que saco del bolsillo de mi pantalón y lo enciendo llevándolo a mi boca mientras tomo asiento para atar mis botas negras.

Veo los pies de la morena detenerse frente a mí, levanto la mirada luego de ajustar mis agujetas y recorro sus gruesa piernas, su pequeña falda, cintura angosta, enormes pechos, hasta toparme con su rostro serio.

—Cuando tenga ganas de coger me llamas—habla la pelinegra a modo de despedida terminando de recoger su melena en una cola alta.

Solo asiento en su dirección soltando el humo que retengo entre mis labios.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora