Ocho

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Pyper

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Pyper

Observo mi reflejo en el espejo del baño de la habitación, las bolsas oscuras bajo mis ojos son la evidencia de que no pude pegar los ojos en toda la noche ya que cada vez que lo hacía eran unos orbes tan oscuros como un inmenso hoyo negro los que me devolvían la mirada engulléndome por completo con el recuerdo de su boca devorándome.

Aprieto los párpados alejando esos pensamientos y al abrirlos solo puedo ver en ellos ira y vergüenza por parte iguales, lo primero por la forma en que el maldito pelinegro se refirió a mi pureza de manera tan despectiva, como si fuera un pecado ser casta, no veo lo malo en esperar al chico indicado y no andar brincando de polla en polla como la mayoría de las chicas de mi edad y lo segundo por la manera tan fácil en que me abrí de piernas para él y luego recibir tal rechazo que me hizo maldecir por horas derramando una que otra lágrima de impotencia.

Pero no pienso quedarme de brazos cruzados, buscaré a ese degenerado que luego de comerme el coño y derramarse sobre mi vientre se largó dejándome tirada como si fuera un jodido trapo que se usa y luego se tira.

Y como que me llamo Pyper Crown sino pongo en su lugar al moreno y le digo sus verdades en la cara, ahora que estoy en mis cabales y no sumergida en la nube de excitación en la que encontraba anoche.

Termino de de tejer mi cabello en una trenza dejando algunos mechones rebeldes sueltos, salgo del baño dando gracias a Dios que la habitación tenga su propio sanitario, se paga un poco más, pero es mucho mejor que compartir la ducha con un montón de desconocidas.

Miro una vez más la cama vacía de mi compañera que no aparecido aun, de seguro debe estar con Jake y yo aquí preocupándome porque no ha dado señales de vida ni contestado mis mensajes.

Tomo todas mis cosas y salgo del cuarto rumbo al campus, mientras salgo del bloque choco contra algo o más bien alguien que no había notado por estar metida en el celular.

—Disculpa—digo levantado la mirada encontrándome con el ceño fruncido de una morena esbelta cuyo rostro me resulta familiar.

La chica me observa de pies a cabeza y desvía su mirada ignorándome por completo.

Su comportamiento me parece extraño, me encojo de hombros y sigo mi camino pasando por su lado, pero lo que dice hace que mis pasos se detengan.

—Jodida perra—escucho claramente sus palabras.

—¿Qué dijiste? —giro sobre mis talones enfrentándome a la morena que me ve de manera despectiva.

—No te hagas la mojigata que sabes perfectamente de que hablo—se cruza brazos—quien te viera con esa cara de no romper un plato y resulta que eres una completa zorra.

—¿Disculpa? —ladeo mi cabeza sintiendo que el cabreo comienza a hacerse presente—creo que te has equivocado de persona.

—Sé muy bien lo que digo, media universidad te vio salir de la fiesta anoche sobre el hombro de Brais y como todos sabemos cómo termina una noche en los brazos del follador número uno del campus.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora