Diez

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Pyper

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Pyper

James Thompson, de todos los chicos del mundo con el que menos pensé reencontrarme es con el rubio con el que una vez tuve algo parecido a ser amigos con derecho, bueno, aunque nunca llegamos a más que algunos besos y toqueteos subidos de tono.

Nuestra relación si es que así se le podía llamar termino por que tuvo que cambiarse de ciudad, su padre es agente especial y cada cierto tiempo debe movilizarse de un lugar a otro dependiendo de las asignaciones que le toquen.

No voy a negar que verlo me ha emocionado más de la cuenta, es bueno tener a alguien conocido cerca, con quien puedas ser tu misma, no quiero decir con eso que junto a Frances no pueda serlo, pero el nivel de confianza es totalmente distinto además el rubio me conoce perfectamente bien.

En cuanto esos ojos grises se posaron en mí, una sonrisa lobuna se adueñó de sus labios gesto que correspondí de inmediato y sin poderlo evitar ambos nos acercamos seducidos por ese magnetismo que siempre tuvimos.

Nos abrazamos como si no existiera nadie más a nuestro alrededor, James es tan alto que sin esfuerzo alguno logro despegar mis pies del suelo arrancándome una sonora carcajada llena de emoción, todo esto bajo la atenta de mirada de media universidad, unos nos veían con diversión, otros con extrañeza y la comunidad femenina con envidia, pero justo en aquel momento siendo estrujada por sus fuertes brazos no me importaba nada, solo el hecho de tenerlo a mi lado.

Luego de nuestra pequeña muestra efusiva de cariño, me prendí de su brazo derecho y avanzamos por los pasillos del edificio, resulta ser que James comparte algunas clases conmigo lo que nos pareció magnifico y a la hora del almuerzo me encargue de presentarle a los poco amigos que he logrado hacer desde que iniciaron las clases y al parecer James les simpatizo a todos, tanto así que quedamos en encontrarnos a la hora de la salida en Rosttys un restaurante de comida rápida que hay dentro del área universitaria donde preparan las mejores hamburguesas que he probado en mi vida.

Por un momento cierto moreno y la ausencia de su presencia se me hizo extraña, ya que desde nuestro encuentro en aquel acantilado hace dos días no lo he visto por ninguna parte, no es que me interese, tal vez sea la costumbre de verlo siempre acompañado de alguna chica, pero, así como esos pensamientos llegaron a mi mente así mismo se fueron ya que el rubio se encargo de mantener mi mente ocupada.

De hecho, al salir a los estacionamientos podría jurar que sentí aquella mirada pesada sobre mí, la misma que me hostiga durante las noches en mis sueños y mis horas de baile, pero no quise mirar en la dirección en que percibía aquella aura oscura, no por miedo a quien me iba a encontrar sino por no querer dañarme el momento.

—Este lugar es maravilloso—la voz de James me saca de mi verborrea mental.

Aparto la mirada de la ventana y la poso sobre su perfecto perfil, el rubio me ve de reojo y me guiña un ojo logrando que me sonroje.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora