Treinta y uno

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Brais

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Brais

Mis ojos buscan los de la rubia a mi lado, quien ve con una mueca de incomodidad en su hermoso rostro al hombre que yace bajo el umbral sin terminar de entrar en la habitación.

—Estaré bien—le indico respondiendo la pregunta implícita en sus azules profundos.

—Brais—mi nombre sale de sus labios con un tono lleno de preocupación, posando sus orbes en los míos—no creo que este sea el mejor momento para que hables con este señor—suelta de manera despectiva como si decir esas simples palabras le causaran repulsión.

Y la entiendo.

—No tienes por qué preocuparte—tomo su mano con suavidad—el no hará nada, no aquí—miro detrás de la rubia enfocándome en el rostro de Damián— ¿No es así padre? —escupo sintiendo que mi garganta quema al llamarlo de esa manera.

—Así es —habla al fin el hombre que termina de ingresar al lugar—no sería capaz de lastimar a mi propio hijo—hace énfasis en la última frase.

Hipócrita.

Puede que para Pyper sus palabras pasen por alto, pero a mí no se me escapa el tono sarcástico que ha empleado dejándome muy claro que al muy bastardo le vale una mierda si me pasa algo o no, de hecho, haría una fiesta si llegó a salir de su vida.

Maldito.

—Estaré afuera—indica mi chica soltando un largo suspiro, se inclina dejando un casto en beso en mis labios y luego le da una mirada de pocos amigos al hombre al que desgraciadamente me parezco tanto.

En ningún momento me pasa por alto la manera poco apropiada en la que Damián observa a Pyper mientras esta sale de la habitación y aprieto mi puño sano al ver como el jodido enfermo recorre su labio inferior con la lengua mientras sus ojos están fijos en el trasero de mi chica.

—Ni se te ocurra acercarte a ella—suelto amenazante llamando la atención de ese que hace llamarse mi papá una vez la ojiazul abandona la habitación.

—¿Y quién dice que no es ella la que quiera acercarse a mí? —suelta burlón acercándose en mi dirección.

—Ella no es como las demás—defiendo a la rubiales.

—Eso decías de Laura y mira como termino metida en mi cama por un par de billetes y lujos.

El que mencione a esa mujer es solo sinónimo de que esta aquí para tocarme las pelotas a sabiendas de que postrado en esta cama no es mucho lo que puedo hacer, aunque las ganas de romperle la boca por comparar a Py con esa zorra me corroan por dentro.

—Más te vale mantenerte alejado de ella—suelto amenazante—no escatimare a la hora de destruirte si me entero que le pones un solo de tus asquerosos dedos encima.

Una sonora carcajada brota de la garganta de mi progenitor.

—Vaya que te tiene cogido de las pelotas, vuelto un completo blandengue por un coño—escupe molesto—en esta mierda es en la que te has convertido ¿en un débil? Tantos años de mostrarte el mundo tal cual es para que te encules con la primera mujerzuela que te presta atención.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora