Veintidós

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Brais

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Brais

La sangre me hierve cada vez que los veo juntos, el jodido ken no se despega de la rubia, parece un perro guardia desde que regresamos de aquel fin de semana juntos.

Ha pasado una semana para ser exactos desde que la tuve para mí y aunque no pude tenerla de la manera que me hubiese gustado, no puedo negar que disfrute al máximo de su compañía, sus risas e incluso espiarla mientras dormía como un maldito enfermo perturbado.

Jamás había sentido ese tipo de intimidad y comodidad con una chica sin estar los dos desnudos sobre una cama follando como conejos.

Pero con Pyper todo es distinto ella me hace querer ser mejor persona y despierta en mi ese sentido de posesividad y pertenecía por tenerla siempre a mi lado.

Nunca experimente celos hasta que la tuve entre mis brazos y probé el dulce néctar que emana de su pequeño centro rosado.

Y joder cuando recuerdo como el rubio de pacotilla la hacía gemir mientras yo sentía que me quemaba por dentro con las ganas de derribar aquella jodida puerta y arrebatársela de los brazos para demostrarle lo que es un verdadero hombre, uno que la haga sentir mujer de verdad, elevándola a la luna, no con un orgasmo mediocre de cinco segundos.

Mis manos hacen adhieren con fuerza al vaso de refresco haciéndolo mierda por completo provocando que el líquido en él se derrame sobre la mesa del comedor, al ver como el idiota ese reclama los labios de mi pequeña hadita.

Maldito.

—Joder Brais—la voz de Jonas me hace separar los ojos de los tortolos.

—Me largo.

Me pongo de pie dando una última mirada en dirección de la parejita encontrándome con esos orbes azules que me traen completamente loco.

Aprieto los puños cuando el ken le susurra algo al oído llamando su atención, bufo molesto y comienzo a caminar a paso rápido fuera de la maldita cafetería.

—Hey Brais espera—me llama mi mejor amigo que se acerca casi corriendo hasta pararse a mi lado.

Salgo del edificio y me dirijo al área del campo de futbol al que llego al cabo de unos minutos para luego tomar asiento en una de sus gradas y prender un cigarro que me llevo a los labios para darle una larga calada.

—¿Me piensas decir que carajos te pasa? —indaga el rubio sentándose a mi lado.

—Vete a joder a otra parte Jonas— gruño sin humor para sus tonterías.

—No pienso irme de aquí hasta que me digas que te tiene tan cambiado y con ese genio de mierda que ni tú mismo te soportas—fija sus ojos azules en mis oscuros—deberías buscarte un buen culito y follar todo el jodido día para que te relajes.

—No quiero ningún coño que no sea el suyo—suelto molesto.

—¿A quién te refieres? ¿Es por una chica que estas así?

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora