Nueve

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Brais

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Brais

Si había alguien a quien amaba realmente en este jodido mundo de mierda, esa fue mi madre Amelia Fox una mujer abnegada, entregada por completo a su hijo, su trabajo y su esposo, ¿Su error? enamorarse del ser más vil y repugnante que puede existir en el jodido planeta.

Damian Baxter.

No puedo estar seguro si mi padre alguna vez amo a mi mamá, recuerdo ver fotos de ellos siendo jóvenes en cada una de esas imágenes siempre lucían sonrisas enormes y sus ojos reflejaban un brillo con el que se miraban entre ellos ese que alguna vez quise experimentar al encontrar a la chica adecuada.

Con cada año que iba pasando, esas risas y ojos llenos de amor se fueron haciendo cada vez menos visibles, durante mi niñez no lo puede notar, pero a medida que fui creciendo al ver sus fotos antiguas en comparación con las actuales la diferencia entre ambas era abismal, mi madre lucia cada vez más marchita y sus orbes solo reflejaban una enorme tristeza, mientras sus sonrisas eran exclusivamente para mí, el amor de su vida como solía llamarme mientras en los ojos de papá solo podías encontrar indiferencia.

Eran un matrimonio de las puertas de la casa hacia afuera, aunque mi madre era la comidilla de las otras señoras de sociedad que se jactaban de ser correctas, pero a las que no les importo un carajo hacer pedazos la reputación y autoestima de Amelia Fox.

Una mujer que a pesar de las habladurías sobre las infidelidades de Damian, siempre se mantuvo firme, siendo la dama correcta, madre y esposa devota que la sociedad esperaba, pero de nada le sirvió vivir de apariencias mientras por dentro el odio, el desamor y la tristeza la fueron consumiendo lentamente, aunque su única ancla a este mundo era su hijo adolescente.

¿Entonces donde quedo ese amor que decía sentir por mí?

Me lo sigo preguntando siete años después de su muerte y es el mismo cuestionamiento que me hice aquella vez que llegué a casa del colegio y corrí a su habitación para platicarle de mi día, pero lo que encontré allí es una imagen que me perseguirá de por vida, mamá dentro de la tina de baño con las muñecas rajadas y el agua teñida de rojo a su alrededor.

Nunca olvidaré como sus ojos azul oscuros me observan vacíos, mostrándome que hasta quien dice amarte miente, por que de haberlo hecho como decía no me habría abandonado, no de esa manera tan cobarde.

Desde ese día el rencor que albergo por mi padre fue en aumento, no solo por que tan solo a un mes del deceso de mamá el muy maldito ya andaba dejándose ver por los medios y la sociedad con cuanta puta le diera la gana de llevar del brazo.

Del joven lleno de sueños ya no quedaba nada, me refugie en las sustancias ilícitas, conocí el sexo de mano de mi padre, quien a mis diecisiete años me llevo a un putero para que me hiciera hombre.

Perdiéndome por completo.

Mi vida iba entre la marihuana y follar como un maldito conejo, hasta que conocí a Laura la asistente y puta personal de papá, en cuanto la vi el flechazo fue instantáneo, ella una mujer de veintiocho años con una piel tan blanca como la nieve, ojos verdes picaros, curvas de muerte y un coño tan embriagador que me volvió loco.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora