Treinta y Seis

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Brais

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Brais

Mis ojos se mueven repasando a todos los presentes en la sala de juntas hasta que me detengo justo en aquellos oscuros del hombre que me da un vistazo de como luciré posiblemente en un futuro.

Damián Baxter me observa como un animal listo para el ataque, sus orbes cargados de ira y desprecio me hacen preguntarme ¿Si alguna vez me llegó a mirar como algo más que su enemigo, si alguna vez me vio como su hijo?

Algo que dudo mucho.

Jamás le importamos mi madre y yo siempre fuimos un estorbo para él, ella solo fue la tonta enamorada que le permitió hacerse más rico y yo el bastardo no deseado que amenazaba con dejarlo sin su amada fortuna, esa que poco a poco fue mermando por sus malos manejos y el derroche de dinero con sus putas. Quedando solo en pie empresas Fox y la jugosa herencia que mamá dejo para mí, siendo ese el punto clave de su odio, ya que pensó que el amor de Amelia sería tan grande que dejaría todo en sus manos, pero al final de cuentas mi progenitora no era ninguna tonta y dejo mi futuro asegurado.

—Brais—la voz de mi tío me aparta de la batalla de miradas entre mi padre y yo—es un verdadero placer contar con tu presencia—suelta mordaz, anuente de los verdaderos motivos por los que me encuentro aquí.

—Tío—me acerco a él estrechando su mano con firmeza para luego abrazarnos dándonos un par de palmadas en la espalda.

Al apartarme del efusivo saludo, asiento en dirección a los tres abogados y el jefe de finanzas de la compañía.

—Padre —saludo al hombre que no ha dejado de observarme con fijeza—creo ocupas mi lugar—señalo con la barbilla el asiento mientras avanzo en su dirección.

Mi tío ocupa la otra punta de la mesa por ende yo debo ubicarme en el extremo contrario justo donde se encuentra mi progenitor.

—No creo que los presentes tengan algún problema con que te acomodes en cualquiera de los puestos disponibles.

—Tienes razón quizás a ellos no les moleste, pero a mí sí, soy el jodido dueño de la compañía y debo tomar el lugar que me corresponde, recuerda papá—escupo como si las palabras quemaran en mi boca—yo soy la cabeza y tú eres la cola.

Una de las comisuras de mis labios se estira de manera casi imperceptible al ver como aprieta los puños sobre la mesa y el rechinido de sus dientes por la manera en que comprime su mandíbula y digo casi, porque estoy seguro de que él si ha notado la burla en mi rostro.

—Como sea—sisea entre dientes y se levanta de mala gana tomando asiento junto a su cómplice.

Ratas.

—Bien, podemos retomar la reunión—indico clavando la mirada en Antón Fox que asiente en mi dirección.

—Como les mencionaba ahora veremos el reporte financiero de los dos últimos trimestres—sus ojos azul oscuros se posan sobre el hombre junto a mi padre—Tony la sala es toda tuya.

La Chica De Las Zapatillas RosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora