1. Despierta

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Esto es raro... muy raro.

No estoy inconsciente, pero poco me ha faltado para estarlo, ¡o incluso para morir! Me encuentro tirada boca arriba en medio de un bosque, llena de rasguños que debo de haberme hecho con las ramas de los árboles durante la caída. Las muy oportunas filtran parte de la luz directa que me da en la cara, pero no evitan que me deslumbre igualmente y parpadee un par de veces.

Ahora con los ojos como platos y, más sorprendida que asustada o apenada, sigo mirando al cielo. ¿Qué acaba de pasar?

¿Recuerdo algo acaso? ¿Y si tengo amnesia? "Mi nombre... es Junie" me digo a mí misma. "Estamos ya en primavera. Y tengo... ¡No, no lo recuerdo! Ah espera, sí: dieciséis años..."

Uf, por los pelos.

Intento levantarme. Lo hago, pero a duras penas: me siento como si un mamut lanudo me hubiera pasado por encima. Noto la frente húmeda y un fuerte dolor de cabeza. Temo encontrarme lo que espero tener, pero hago el intento de pasarme una mano por la frente...

Una punzada de dolor me recorre el brazo; lo bajo de golpe.

Perfecto, justo lo que no quería: tengo una herida bastante profunda que atraviesa todo mi brazo derecho y que me arde de dolor, sumando otra que sé que tengo en la cabeza, justo en la frente. Tengo suerte de haber sobrevivido gracias a que los árboles han amortiguado mi caída...

Miro a mi alrededor, pero lo único que queda de la nave en la que iba son humeantes piezas metálicas completamente inútiles. No me ha caído ninguna encima de milagro...

Recuerdo haber viajado acompañada. ¿Qué había sido del resto? No quedan cuerpos. Un pequeño recuerdo surge de lo más hondo de mi mente... Se salvaron, oí cómo se levantaron de sus asientos. ¡Eso significa que están vivos! ¿Pero por qué me dejaron tirada justo antes del... "accidente"? Intuyo algo... ¡Estaba todo planeado! ¡Habían saboteado el vuelo!

Sigo confusa y hecha polvo, pero lo mejor que puedo hacer es moverme. Nadie me va a impedir llegar a mi destino: Breicasell, la Capital. Según investigué, se trata de la antigua capital del reino y es una de las ubicaciones más importantes de la zona medieval del continente. Estábamos a punto de aterrizar, así que debo haber caído cerca. Tengo que llegar hasta allí y comprobar el estado de la cámara del castillo.

A no ser... que lo hagan mis heridas. Un aplauso para mí.

Soy muy cabezota, así que me dispongo a seguir aún teniendo que arrastrarme cuando no consigo caminar. Estoy algo mareada y la sensación que tengo es la de estar dando vueltas en círculo, pero no me detengo: apoyándome de árbol en árbol con el brazo izquierdo, sigo adelante.

Menuda lata eso de estar perdida. Bueno, ya me encontraré.

Pasan los minutos, las horas... Esto es insufrible. ¿He avanzado algo? Por cómo veo mi alrededor, espero que sí. Estoy sin aliento; me dejo caer de rodillas...

Y una lanza pasa justo por encima de mi cabeza. ¡Menos mal que me he agachado a tiempo!

Me agazapo y analizo lo que me rodea en busca del dueño del arma, que me ha dado un buen susto y posiblemente quiera quitarme de en medio, pero ver medio borroso no es que ayude mucho...

Estoy alerta; me ha parecido ver algo moviéndose entre los matorrales. En cuanto alzo la cabeza para ver qué es, antes de que pueda contarlo, oigo un grito colectivo de guerra.

Levanto el brazo izquierdo y dejo el derecho a mitad de camino. ¡Estoy rodeada!

Un momento... Ahora que puedo ver con claridad cómo son los seres que han corrido hacia mí, me pregunto qué clase de criaturas son y, cómo no, si hay una cámara oculta cerca.

Estos "animalitos" que tengo a mi alrededor no son muy distintos a los típicos gatos de peluche que regalan como premio en la feria: enormes orejas, corta estatura, espeso pelaje pardo, cabeza unida al cuerpo directamente sin que pudiera diferenciarse un cuello y ropas simples de cuero y tela. Parpadeo varias veces por si me engaña mi visión borrosa, pero no: son de verdad. Qué monada...

Aunque no tanto cuando uno de ellos acaba de acercar una lanza a tu cuello.

-¡Revela tu nombre y tus intenciones, desconocida! -me amenaza. Es tan difícil tomarle en serio...

No se toma demasiado bien mi sonrisa (lo veo tan adorable...), pues acerca todavía más su arma a mí, así que me apresuro a responder:

-¡Junie! Junie Thunderlight, así me conocen muchos... por ahí. Sólo soy una simple viajera, ¡no tengo intención de luchar! Mi destino era la Capital, pero mi nave ha caído en este bosque y...

Estar de pie y sin apoyo no me está haciendo ningún bien.

-¿Eh? -cuchichea el "gatito" de la lanza (que debe ser el jefe del grupo por cómo viste) con uno de sus compañeros-. ¿A la Capital, dices? ¿Y no vas armada?

-Aunque me registrarais no encontraríais nada.

-Hmmm... -todos los miembros del numeroso grupo asienten-. Está bien, tu excusa parece convincente, sobre todo por tu aspecto andrajoso y las muestras claras de tu caída.

-¿Andrajoso? -¡eh! Puede que mi ropas sean simples y tengan algún que otro descosido, pero estaban en perfectas condiciones antes del accidente. Es más, ¡lo siguen estando! Mi chaleco de cuero está intacto, mis botas no están demasiado sucias, mis pantalones de pana sólo necesitan un remiendo y mi camiseta blanca, algo más estropeada, tiene perfecto arreglo. Es decir, seguro que lo tiene.

-En fin, lo que sea. Hemos decidido que, de momento, vamos a llevarte a nuestro campamento. ¡Desfila!

Noto que me pinchan en la espalda para apremiarme con la punta de otra lanza más.

Entre quejas, me echo a andar con el jefe y medio grupo por delante de mí y la otra mitad cubriendo nuestras espaldas. Aún me apuntan por detrás con una lanza; no se fían de mí.

-Perdonad mi curiosidad, ¿pero qué clase de criaturas sois? -me atrevo a preguntar.

Todo el grupo se detiene repentinamente y me encuentro rodeada de lanzas en menos de un segundo.

-¿Cómo te atreves? -exclama el jefe-. ¡Es evidente que somos humanos! ¿Cómo puedes estar tan ciega para no verlo, niña insolente?

¿Humanos? Oír esto me da risa, pero me contengo para no hacer enfadar aún más a estos seres.

-Bueno, yo creía que... -rectifico-. Es decir, el golpe que me he llevado en la cabeza aún me afecta. Perdonadme si acaso os he ofendido.

Esa si que era una buena forma de arreglarlo. ¡Qué orgullosa estoy de mí misma!

-Aceptamos tu disculpa, extraña -se resigna el jefe-. Y, aunque ya deberías conocernos por lo famosos que somos a escala mundial, tendremos en cuenta tu estado y te recordaremos quiénes somos: ¡LA TRIBU DE LOS CORAZONES AUDACES! -al exclamar este nombre, todos los demás lo corean junto a él elevando las lanzas.

¿Qué? No lo había oído en mi vida. ¿Corazones audaces? Seguro que no son tan conocidos como dicen ser. Además, ¡no les pega nada! Pero prefiero callarme y ocultar mi sonrisa a que me amenacen de nuevo con la punta de sus lanzas.

Aun así, lo hacen.

-¡Cualquiera que ose mofarse de nuestro nombre merece que nuestra ira caiga sobre él!

-No lo hago -respondo. ¡Qué difícil es mantener la seriedad! Casi se me escapa una carcajada.

-Mejor para ti. ¡Y aligera el paso! Ya estamos llegando.

¡Menos mal! Los ruidos y las voces que oigo me parecen cada vez más lejanas y el brazo me arde de dolor. Esto no es una buena señal; intentaré aligerar un poco.

Pero, cuando casi parece que me he salvado, me toca la punta de una lanza y pierdo el sentido del equilibrio.

¡Faltaba tan poco! Pero ya no puedo hacer nada: las siluetas frente a mis ojos se dispersan y el duro suelo me golpea un lado de la cara. No siento dolor... en realidad, ya no siento nada.

Y, justo antes de perder la consciencia, oigo decir a una voz aguda:

-...¡Que yo no he sido, de verdad!

Tierra de ValorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora