18. Cura

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El fuego que hago brotar sobre la palma de mi mano ha vuelto a extinguirse. Acababa de recordar algo que Root me había dicho sobre el traje: que podía facilitarme el hacer hechizos. No dudo de sus palabras, pues yo misma había comprobado que ya ni siquiera necesitaba el papel para anotar encantamientos, pero la humedad del ambiente no me dejaba ni practicar ni calentarme.

Debo confesar que no aguanto demasiado bien las temperaturas bajas, quizá debido a mi complexión. El traje hace lo que puede, pero aun así el frío consigue colarse entre mis ropas.

Los cortes escuecen. Por suerte, gracias a los guantes sólo tengo alguno en los dedos.

Estar sola en un escenario tan desolado empieza a perjudicarme. No paro de darle vueltas a lo que puede haberle pasado a Clavis y a echarme la culpa de cosas que ni siquiera sé con certeza. Intento detener mis pensamientos diciéndome a mí misma que no debería preocuparme de más. "Es el frío, es el frío... Además, no puede morir tan fácilmente si ya estaba muerto. La gente no se muere tan fácilmente, Junie..."

¿Pero cómo puedo yo saber eso? Root, Clavis, los audaces... Había visto a todos ellos caer frente a mis ojos en cuestión de segundos, pasando de estar bien a no estarlo. Pero al final se levantaban... o se convertían en fantasmas.

Sacudo la cabeza. Tengo que centrarme en encontrar algún sitio en el que pueda resguardarme.

Cada vez nieva con más intensidad; si no consigo refugiarme, me veré atrapada en medio de una ventisca.

Me arde la cara debido al frío y me pica la nariz. Estoy cediendo; cada vez avanzo con más lentitud, pues tengo lospies helados.

Bajo la cabeza. Estoy agotada... me fallan las piernas por momentos. Intento dar un paso, pero un desliz hace que caiga de rodillas.

Me acuclillo envolviendo la espada rota con los brazos. No puedo levantarme. ¿Qué me va a pasar?

Una mano delicada se posa sobre mi hombro.

Al principio doy un respingo, pero pasado el primer susto me dejo sumir en una pasividad muy propia de alguien a quien le falla la consciencia por momentos.

Percibo una silueta femenina con algunos bultos encima y el pelo en una cola de caballo, pero... la nieve no permite demasiada visibilidad.

-Mira a quién tenemos aquí -me levanta suavemente por los hombros. Su voz suena traviesa aunque cálida, más en medio de tanta nieve-. Estás hecha un desastre. Será mejor que me acompañes antes de que pilles algo malo.

Noto lo que parece un abrigo o un trozo de piel de animal cayendo sobre mis hombros, y lo primero que consigue arrancarme este gesto es una tímida palabra:

-G-gracias...

...

Acerco las manos al fuego con una manta sobre mis rodillas. "Esto ya es otra historia", pienso para mis adentros. El haber sido encontrada hace que este día tan sombrío se ilumine un poco.

Mi salvadora examina los fragmentos de espada que sostiene con las yemas de sus dedos mientras, muy tiesa, camina de un lado a otro dando sonoros pasos. Se llama Corina, y parece muy concentrada.

Ahora que puedo describirla con exactitud, Corina no parece mucho mayor que yo, pero sí que hay algo en su gesto que la hace parecer más astuta, como si el hecho de vivir en medio de la naturaleza hubiera curtido su carácter. Su cola de caballo está compuesta por gruesas rastas rubias y desordenadas; me llama mucho la atención su peinado. Va entera uniformada con accesorios de cuero: delantal de cuero, protecciones de cuero, botas de cuero, guanteletes de cuero y, sobre la cabeza, unas gafas protectoras con la correa también de cuero. De esta forma, su apariencia me recuerda ligeramente al estilo Steampunk.

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