3. Comienza

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De vuelta a la sala en la que se encontraban aquella mujer, vestida de negro y acompañada por su diminuto robot, vemos que ríe llena de gozo y satisfacción mientras su sirviente, el que debe tener la mirada perdida en un punto invisible de la enorme pantalla en la pared -sus ojos parpadean ausentes con una lucecita que repite una secuencia- aún no se mueve de su lado.

-La Capital avanza a buen ritmo. ¡Al marcado por mí, por supuesto! Pronto todas esas gentes, e incluso las de tierras más lejanas, estarán bajo mi control. Todo estará sembrado de cámaras y espías. ¡Si alguien se resiste, ya tenemos un pequeño ejemplo de lo que les puede pasar! Sí, hablo de nuestra querida amiga, la del aura extraña, la cual lleva ya horas sin dar señal de vida gracias a nuestros aliados. ¿Has sentido alguna vez tanta paz?

Paz era lo último que podía sentir su ayudante. ¿Cómo se puede sentir paz tras haber matado?

-Anda y ve a ser de utilidad. Puedes volver a lo tuyo ya que estás al día.

La luz en los ojos del robot pasó a ser intermitente para volver segundos después a ser fija de nuevo. Lentamente, se giró sobre su eje y caminó hacia la puerta, emitiendo otra vez ese sonidito tan característico, como el de las agujas de un reloj, al andar.

-Y ve con alegría -le replicó su ama-, o ya sabes lo que te espera de lo contrario.

Aceleró el paso. Al marcharse, imaginó, pues podía imaginar, que huía.

¿Cuándo se había convertido en el esclavo que era? ¿Y cómo es que, a pesar de lo avanzado que era, no podía llorar todas sus desgracias con lágrimas reales?

Estoy lista.

Deslizo a un lado la tela verde que cubre la salida. Aún es de noche, pero está a punto de amanecer y debo darme prisa si quiero llegar a la cámara.

Miro cautelosamente hacia la izquierda, hacia la derecha... No hay nadie.

Salgo de la tienda, coloco la tela tal y como estaba y comienzo a caminar de puntillas, procurando no pisar ninguna rama. Doy un paso, dos, tres...

-¡TODO EL MUNDO A SUS PUESTOS!

¡No! Me han descubierto. Por qué, por qué a mí...

Veo un buen puñado de siluetas negras correteando por los alrededores. Me rodean en círculo; una figura diminuta de entre las muchas que hay, alumbrada por la luz de un farolillo, se acerca a mí. Encima va armada. Lo que me faltaba.

-Ah, eres tú -resopla Ceil-. ¿Cómo es que sales de tu tienda? No andarás planeando ninguna artimaña para saquearnos en plena noche, ¿verdad? ¡Es una ladrona! ¡ES UNA...!

-¡Calma, calma! -levanto los brazos, cruzándolos por delante de mí, antes de que nadie pueda lanzarse a mi cuello-. ¡Nada de eso! ¡No soy tan cobarde como para robaros haciéndome la víctima! Lo que en realidad quería... era irme cuanto antes.

El audaz, algo más relajado, me contempla extrañado de arriba a abajo.

-¿Irte? -repite-. Viajera, aún no te has recuperado del todo y me han contado que el hechizo que han utilizado contigo no es demasiado potente. ¿Piensas que vas a sobrevivir ahí fuera en tales condiciones? ¿No intentas... escapar?

-No, escapar no. Y, respecto a lo primero que ha preguntado, correré el riesgo -echo la vista a mis espaldas; está amaneciendo y ahora se puede ver con más claridad-. Tengo que llegar a Breicasell cuanto antes y no puedo perder el tiempo esperando a que lleguen a mí las condiciones idóneas. Pero, de verdad, agradezco de corazón...

-¡AUDAZ! -corean ellos, interrumpiéndome.

¿...qué?

-Eh, vale -los contemplo con extrañeza y, después, sigo contando lo mío, haciendo como si nada-. Agradezco MUCHO vuestra ayuda, de verdad, pero debo irme. Hasta os había dejado una nota escrita dentro de la tienda para avisaros que prefiero no causar más molestias y seguir mi viaje.

Tierra de ValorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora