25. Descubre

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-¿Junie? Tengo una novedad que contarte. ¿Sigues en pie?

Me incorporo lentamente y me siento cruzando las rodillas. Cuando me giro para mostrarle a Corina la cara, aprecio su sorpresa. Esquivo su mirada, pero sé que se acaba de dar cuenta.

-¿Estás bien? ¿Estás llorando?

Me seco la cara con los nudillos.

-Estoy bien -respondo con voz ronca-. ¿Venías a decirme algo?

-Junie...

-No, de verdad -sorbo a través de la nariz-. Empieza tú.

-Está bien... -suspira, pasando de la aflicción a un tono con un toque de entusiasmo-. ¿Recuerdas que hace unos días me preguntaste si había alguien más en el sitio donde te encontramos?

Asiento. Tengo curiosidad.

-Bueno, es cierto que no había nadie humano, pero... sí que había algo.

Corina extiende un trozo de metal del tamaño de una panera. No se encuentra en buen estado, pero reconozco el artefacto incluso sin la caja negra que formaba parte de él cuando lo vi por primera vez, aunque al principio me cueste identificarlo.

-Es el robot que me atacó -me estremezco, tomándolo en mis manos-. ¿Está roto? Su estado es bastante deplorable...

Las piezas de hojalata que forman su cabeza y su abdomen presentan numerosas hendiduras bastante profundas y están cubiertas de polvo y hollín; uno de sus brazos se ha desacoplado de su cuerpo; algunas partes han ardido y se han carbonizado; los cristales de sus ojos también están rotos y el que se encuentra en el centro, directamente, parece haber reventado.

-Ya, es cierto que se ha deteriorado mucho, pero quizás pueda darle una nueva vida -sonríe, balanceándose-. No sé si lo sabes, pero fue creado por un inventor bastante famoso de mi Tradse natal llamado Delferus. He reconocido su sello personal en algunas partes de su estructura. Construía artefactos bastante adelantados a su tiempo.

-¿En serio? -lo contemplo-. ¿Y por qué lo tenía aquella mujer?

-¿Cómo?

-Me atacó una mujer con un vestido negro muy largo, igual que su pelo rizado. Tenía las uñas muy largas, la piel muy blanca y la cara estirada como un vampiro. Es un poco teatral al hablar y tiene una mirada un tanto maligna, diría yo. Es la persona que me persigue. Es decir, me la he cruzado un par de veces, así que debe ir tras nuestra pista. De hecho, intentó matarme en medio de un incendio en Breicasell, aunque tengo el recuerdo un poco difuso.

-¡¿Qué?! ¡¿La persona que te persigue es Blanche Noirem?! Estás de broma.

-¿Quién?

-Por la descripción, parece Blanche -abre los ojos, acercándose la mano a la boca-. ¿No sabes quién es? Vaya, sí que debes venir de lejos.

"Es la gobernadora de Icaweld, aunque últimamente ha ganado bastante poder sobre otros territorios. Igual sólo es alguien que se le parece pero, si es cierto que te la has cruzado en medio de un incendio en Breicasell, se confirmarían muchos rumores sobre ella".

-Qué clase de rumores.

-Se dice que extorsiona a otros gobernadores, especialmente al de La Capital antigua. Si no haces lo que ella quiere, accede a los teletransportadores oficiales y prende en llamas las casas de tus súbditos. Su reputación no es del todo positiva, pero ahora mismo puede hacer lo que ella quiera. Tiene sentido que la persona a la que hayas visto sea ella, porque sólo alguien con tanta influencia podría conseguir con tanta facilidad una máquina de Delferus funcional.

-Suena a dictadura -inspecciono el robot con mis manos.

-A punto estamos -Corina me sonríe, posando las manos sobre la barbilla-. ¿Y esa mujer te persigue? Menuda barbaridad. ¿Qué has hecho? ¿Has dicho algo en contra de su gobierno?

-¡No, qué va! Salvé a algunas personas de morir quemadas, pero ni siquiera la conocía antes de lo que me has contado -en mi semblante crece la preocupación y tartamudeo revolviendo las piernas-. ¡No he hecho nada malo, lo juro!

-¡Seguro que no! -gesticula Corina con la mano, recreándose en la parte humorística de la situación-. Pero Blanche tiene fama de censurar indistintamente a cualquiera que le moleste. Seguramente hayas hecho algo inocente que la ha irritado, como saludar o comprarle mercancía a un antigobierno. Yo que tú, no le daría muchas vueltas a lo que ha podido ser. Lo que me fascina es que tenga tanta fijación por ti. Me pregunto por qué tiene tanto interés en borrarte del mapa.

Inconscientemente, acabo de recordar mi estancia en el campamento de los audaces. Según ellos, me habían ayudado porque mi aura les había llamado la atención. ¿Sería por eso que me perseguían? Sonaba a una historia demasiado épica para ser cierta. ¿Yo, especial? No podía ser, pero me emocionaba tener pruebas a favor de que mi existencia podía afectar al curso de los acontecimientos.

-Para vivir en medio del bosque, sabes del tema.

-¡Y tanto! Ella es uno de los motivos por los que me mudé a un sitio apartado de las grandes ciudades -desvía su mirada hacia la máquina que sostengo-. Además de para evitar el ruido y poder desarrollar inventos, tal y como hacía Delferus hace cincuenta años. Llevo estudiando sus libros toda una vida y ahora tengo en sus manos uno de sus artefactos. ¡Por los héroes de mil generaciones! Es un sueño cumplido. Es una lástima que esté tan estropeado, pero voy a intentar darle un lavado de cara.

-Esto... -se lo entrego y me retiro un poco-. ¿No querrá despedazarme en cuanto se encienda?

-No si le doy los retoques adecuados. Las máquinas de Delferus, por naturaleza, no están diseñadas para la destrucción. Blanche debe de haber alterado su funcionamiento.

-Conque no me ataque, me conformo -pierdo la mirada en la cascada-. Gracias por la información. Si consigues avanzar, dímelo; también me gustan bastante los cacharros.

-¡Claro! -Corina hace amago de girarse y caminar en otra dirección, pero entonces desvía la mirada hacia un lado, buscando el punto en el que mis ojos se pierden-. por cierto, ¿habéis hablado?

-Sí -contengo la respiración

-¿Cómo ha ido?

-Bueno... -trago saliva para desbloquear mi garganta-. Voy a sellar a Clavis.

-¡¿Qué?!

-Has oído bien. Dentro de unos días, me acercaré al corazón del bosque y completaré la primera tarea del héroe, si es que el plan funciona. Iré con Clavis, pero él... Él ha decidido quedarse allí para siempre.

-...lo siento. ¿Puedo?

-Adelante.

Mi voz quebradiza termina por romperse cuando Corina me abraza. Posando las palmas de las manos sobre su espalda, trato de corresponderle el gesto, pero el dolor me hace aferrar sus ropajes con una rabia profunda, aunque sin fuerzas.

-Yo lo metí en esto -farfullo entre sollozos-. Y no he conseguido salvarlo.

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