2. Observa

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Abro los ojos, pero ya no estoy en el mismo sitio que antes.

Una tela verdosa se alza por encima de mí, sujeta por un par de ramas; intuyo que estoy dentro de una tienda de campaña de tamaño mediano.

Recuerdo levemente lo ocurrido, por lo que me imagino que no he llegado hasta allí "por arte de magia". ¿O sí? Teniendo en cuenta los numerosos usos que tiene la magia...

En realidad, ¿para qué darle vueltas a la situación justo ahora? Me encuentro muy a gusto aquí. Las mantas y sábanas apiladas a mi alrededor no parecen muy cómodas, pero las apariencias engañan: ¡son de lo mejor!

Descansar, eso es lo que debo hacer. Ya tengo suficientes pensamientos y dudas en mi cabeza como para añadir más todavía. Por fin algo de paz y tranquilidad después de este viaje tan agitado...

-¡Atenta, tribu! ¡La extraña ha despertado!

¿Para qué pienso nada para mis adentros? Allí estaban ellos otra vez. Veo las siluetas de de un buen puñado de estos pequeños guerreros, con sus lanzas y todo, a través de la tela de la tienda.

-¡Atrás todos! Soy quien va a entrar y no necesito más compañía de la que tengo. ¡Largo!

Las siluetas se dispersan.

Me giro lentamente. Estoy muerta de cansancio y no me apetece nada tener que aguantar a nadie, pero no puedo darle la espalda a quienes me han ayudado.

Alguien se desliza entre las telas que me separan del exterior y, justo frente a mis ojos, aparecen dos audaces -soy muy de abreviar nombres por comodidad, así que a partir de ahora los llamaremos así-. Sé que uno de ellos es el jefe, pues lo reconozco por sus ropas coloridas y adornos con plumas, ¿pero quién lo acompaña? Es otro audaz y viste con una túnica blanca. Acaba de dejar una bolsa en el suelo. ¿Un médico? No, por favor...

-Por fin despiertas, forastera -me dice afablemente el jefe. No entiendo nada: ¿a qué viene este cambio tan radical de actitud? Me tutea y todo. ¿Ya no desconfía de mí?-. Te desmayaste a tan sólo unos pasos de distancia de nuestro campamento. Es cierto que no llevas armas y que no estás en condiciones de atacar a nadie, así que te permitimos hospedarte aquí hasta que puedas continuar tu camino, ¡como que me llaman Ceil "el Grande", líder de la tribu de los Corazones Audaces! Ah, y hemos encontrado algunas piezas pertenecientes a tu nave en el bosque. Menuda tragedia la tuya...

Aún lo miro perpleja. Todavía no sé por qué ahora me respetan más que antes.

El otro audaz, el de la túnica blanca, ejecuta una graciosa reverencia.

-¡Saludos, forastera! Mi nombre es Dil; soy el humilde sabio y hechicero de esta conocida tribu, siempre dedicando todas mis energías por el bien de todos. ¿Puedo saber su nombre?

-Junie, creo recordar -nos interrumpe, antes de que yo pueda contestar, Ceil... ¿"el Grande"? ¡Si es diminuto!-. Forastera, este gran amigo mío puede ayudarte a recuperar tus fuerzas y es quien me ha abierto los ojos y me ha revelado lo que ocultas en tu interior.

Arqueo una ceja. ¿En mi interior? Que yo sepa, sólo guardo en él cosas asquerosas, como lo son mis tripas, mi corazón o mis pulmones. Espera, ¿y si mis órganos son diferentes a los suyos? ¡Qué grima!

-Así es. Eh... ¿A qué viene esa cara? -pregunta el hechicero; soy demasiado transparente, normalmente se puede adivinar fácilmente lo que pienso sólo por la expresión de mi cara, así que no me sorprendo cuando el animalito empieza a describir como si me faltasen neuronas-. ¡Estamos hablando de tu aura, de la energía que desprendes e irradias! Emerge desde el interior de tu cuerpo. ¿No sabías esto? ¿Me oyes?

Tierra de ValorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora