15. Relata

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-Vamos a ver, Clavis -resoplo-. ¿De verdad que no recuerdas nada de lo que pasó dentro de la cámara?

-Qué va. ¿Que pretendías que recordara? -se cruza de brazos sin ni siquiera mirarme-. Tú más que nadie deberías de haberlo imaginado habiendo estado en medio de la escena del crimen.

-¡Que yo no tuve la culpa! -replico por enésima vez-. Tampoco soy cómplice de Meth, ¿entendido?

-Seguro. ¿Y a qué viene tanto interés en ella? Es evidente que entre esa asesina y tú hay una relación directa que te hace culpable de todo lo que me ha pasado.

Tengo que parpadear; por un momento se me nublado la vista. Maldito Clavis...

-¿Y bien? -insiste. Su fantasma está echado sobre un sofá-cama con los brazos cruzados tras la cabeza, dándome la espalda. Su espada, por otro lado, está desenvainada y se mantiene frente a mí en perfecto equilibro sobre la punta de la hoja-. El que calla, otorga.

"Culpable, Junie, culpable" resuena una voz dentro de mi cabeza.

-¡La única culpable aquí es Meth y voy a encargarme personalmente de ella! -exclamo para librarme de todos los pensamientos que me inundan la cabeza y amenazan con dejármela saturada.

-Como tú digas -me ignora Clavis-. Cambiando de tema, el niñato que decías no aparece.

-Aparecerá -me encojo de hombros y dejo de mirarlo-. Y algo me dice que puede hacerlo en cualquier momento.

-Y no te equivocas, Junie -nos interrumpe una voz blanca.

Una figura menuda se materializa bajo el marco de la puerta e irrumpe en la sala. ¡Hala! ¿Ese es...?

Quien tenemos frente a nuestros ojos no es el Sam de siempre. Ha... cambiado.

Su flequillo oscuro, el cual antes le tapaba toda la frente, ha tomado una forma distinta y ahora está levantado hacia arriba, dejando ver por completo la cara del chico. Ha dejado de lado sus ropas simples para vestirse con colores brillantes: rojo en el chaleco y en los pantalones, plateado en la camiseta y muñequeras y algo de dorado para adornar. Sobre su cabeza lucen unas gafas que parecen de piloto, con aspecto antiguo pero impecable y de lentes brillantes.

Su mirada tampoco es la misma de siempre. Se ha vuelto dura, decidida, irascible, llena de atrevimiento. Aun así, la impresión que da Sam sobre sí mismo es mucho más segura y relajada.

-¿Sorprendidos? -sonríe extendiendo los brazos-. Mis antiguas ropas. Creía que nunca iba a volver a usarlas.

-¿Sam? Estás... Un momento, ¿cómo es que sabías que no estaba sola?

La espada Clavis oscila un poco sobre la punta. Sam se encoge de hombros.

-Me he informado un poquito -mira al techo-. Después de los libros, las pesadillas y las veces que te he oído hablar sola, sospeché que estaba pasando algo... Y luego oí a Clavis. Por cierto, a partir de ahora quiero que me llaméis de otra manera.

Lo miro extrañada y levanto una ceja.

-El nombre que usaba antes era Slash -se cruza de brazos y se deja caer sobre una pared-. Slash... qué recuerdos. Junie, ¿puedo... puedo contarte mi historia?

-Claro -asiento. No veo por qué no debe hacerlo. Espero que Clavis no lo interrumpa.

-Pues allá voy... -inquieto, esboza una sonrisa agridulce.

"Cuando nací, me abandonaron en las calles. Muchos quisieron sacarme de ellas, pero no lo consiguieron porque, cada vez que lo intentaban, me escapaba, porque no me gustan los orfanatos. Hacía lo que podía para sobrevivir, y no me quedaba más remedio que dedicarme a ser un ladrón si quería sobrevivir y defenderme. ¿A que tiene gracia?"

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