chapter ten: something strange.

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capítulo diez: algo extraño.
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Como ya era habitual en los últimos meses, Morgan amaneció demasiado cansada y con su cuerpo adolorido como si hubiese cargado una pila de concreto sobre su espalda

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Como ya era habitual en los últimos meses, Morgan amaneció demasiado cansada y con su cuerpo adolorido como si hubiese cargado una pila de concreto sobre su espalda.

Podría parecer raro, pero no había soltado ni una lágrima desde que se enteró de la muerte de Will. Tal vez se debía a esa corazonada de que algo andaba mal; nada de lo que le decían parecía tener sentido, aun si era lo más lógico del mundo. Por más que intentará hacerse a la idea de que su amado hermano estaba muerto, no terminaba de ser asimilado por su cerebro.

O quizás solo estaba en negación.

Y aunque no había demostrado su dolor por medio de llanto, toda su persona evidenciaba lo mal que se encontraba. Su cabello estaba atado en un moño despeinado que parecía tener más de mil nudos. Sus ojos no tenían ese brillo rebelde que tanto la caracterizaba, sino que estaban totalmente apagados, perdidos. Tampoco vestía como antes; sus ropas no pasaban de una vieja sudadera de su hermano que le quedaba grande y una pantalonera casual. El olor a tabaco ya estaba impregnado en su piel, así como las ojeras que descansaban bajo sus ojos.

Pero aquello que mejor podía describir la miseria por la que estaba pasando era que no había tocado su guitarra ni los viejos casetes musicales durante semanas.

Morgan tenía la fiel creencia de que la música era la energía vital de todo ser humano. La cuestión es que ella ya no quería estar con vida.

Llevaba unos veinte minutos sentada en su cama, con sus tenis en las manos y viendo hacia un punto invisible en el suelo. Su mente estaba en blanco. Era una especie de mecanismo de defensa para todo el dolor que estaba sintiendo su alma.

Salió de su trance cuando la puerta de su habitación fue abierta.

─Tenemos que irnos─avisó Jonathan, asomando su cabeza por el marco de la puerta.

Morgan movió su cabeza en un asentimiento imperceptible. Terminó de atarse sus zapatos y se puso la misma sudadera que había estado usado durante un par de días atrás. Se la había regalado a Will cuando cumplió 10 años y ponérsela le otorgaba estar más cerca de él.

Dos segundos después, tomó su mochila y salió de su habitación.

Dos segundos después, tomó su mochila y salió de su habitación

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THE SONG OF LOVE-STEVE HARRINGTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora