Cap. 13 (Seungmin)

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Atención: contenido explícito


SEUNGMIN: EL COLOR DEL PLACER

Mi madre me decía que era de mala educación mirar en el interior de las habitaciones ajenas,

 pero la curiosidad siempre formó parte de mis más destacados instintos. Curiosidad por el color

 de las paredes, las texturas de las telas y cortinas, las acciones cotidianas y las vibraciones de 

las vidas agitadas de mis compañeros. Necesitaba mirar en el interior de las habitaciones 

cuando las puertas estaban entreabiertas, observar a las personas en el cobijo de la intimidad, 

ver lo que sus refugios me contaban de sus almas.

Hoy es un día como otro cualquiera, pero por alguna casualidad extraordinaria, él decidió

dejar la puerta de su habitación entreabierta, exponiendo la belleza a los ojos de las estrellas

que cubren el cielo nocturno. Yo lo llamo hilo rojo del destino. Él es hilo bermejo, grueso y

firme, que rodea mis muñecas y oprime mis venas con destreza, que me ofrece la perfumada 

 visión del deseo.

En la oscuridad del pasillo, me he detenido con cautela y he asomado mi cabeza para descubrir

 a un desvelado Hyunjin, que en ausencia de su compañero de cuarto, se halla dubitativo y

 semidesnudo.

Ahí está, la figura de la discordia, su cuerpo masculino sobre las sábanas canela. En el calor del

 ambiente, sus cabellos alborotados se adhieren a su frente impregnados de sudor, como el

 rocío que humedece los pétalos de los jazmines bajo el crepúsculo.

Su cuerpo marmóreo presenta un tono nacarado bajo el color miel de una luz tenue. Su piel

sabe a miel.

Sus ojos son rasgados. Se cierran.

Los labios suculentos, voluminosos. Se abren.

Muerde sus labios de amapola con la cabeza de perfil.

El perfil es de los dioses.

Las manos sólidas e inalterables, como bloques aterciopelados que acarician el fornido cuerpo

 desnudo bajo la iluminación saturada de las lámparas.

Las manos que tocan primero el pecho, luego el estómago, resbalan entre sus piernas

 agarrando el sexo, disfrutando los hábiles dedos enredados en un continuo movimiento de

 ascenso y descenso.

Sus ojos se percatan, miran a mis ojos. No sé qué tienen sus pupilas pero están dilatando

las mías.

Mis pies inmóviles, permanecen clavados en el suelo. Lanzo un suspiro a la tensión de la

atmósfera, respiro, hiperventilo...

Sonríe. Su risa es un virus contagioso y mis defensas están muy bajas. Sonrío con timidez.

Se derrama. Se expande.

Suena. Se limpia.

"Jinyoung", creo leer en sus labios silenciosamente, deseando que hubiera sido mi nombre el

 que se le escapaba pronunciar tras el orgasmo.

Me quedo contemplando la belleza exótica, el color del placer.

Imagino su sabor. Imagino que se derramó entre mis labios, que mi lengua lo prueba.

Sabe a miel. Su piel es miel.

Quiero huir, pero las piernas me tiemblan y mi vista se nubla. Él me observa jadeante desde

el sillón, con la mirada reprochante y los dedos cansados, esperando alguna respuesta

 espasmódica mientras recupera el aliento.

Me asusto. Me extraño. Lo abandono. Me abandono, lejos de aquella puerta entreabierta,

 corriendo por el pasillo y soñando con volverlo a ver, pero esta vez entre mis brazos, entre mis

 piernas.

Esta noche me aturdo intentando ponerle nombre a lo que siento, buscando el significado de

 belleza, de deseo, incluso de paraíso.

Eso fuiste: un antes desconocido paraíso carnal, apetencia sexual y placer sensorial.

Quiero que vuelvas a dejar entreabierta la puerta, pero esta vez, para quedarme quieto.

Por favor, haz mañana como si nada de esto hubiera ocurrido...

La perdición vive conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora