Capitulo 6

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Mis pasos me guiaron hacía la plaza y me senté en un lugar solitario. Son las tres de la tarde y casualmente no transitan muchas personas por aquí, lo que me hace entrar en estado de relajación.

No sé si era la brisa que impacta con mi cara, o el sonido de los pajarillos, quizás es el simple hecho de estar sola que hacía que entrara en un estado de satisfacción.

Hacía tiempo que no tomaba momentos así para mí misma.

De cierta forma me siento orgullosa en este momento.

Mi núcleo familiar está aprendiendo a funcionar con mi ausencia, y la verdad lo estaban haciendo de maravilla.

Agel está con su familia, disfrutando al máximo con ellos, recuperando el tiempo, aunque quisiera estar con él no soy tan egoísta para pedirle o exigirle que venga. Prefiero que esté con las personas que verdaderamente lo hacen feliz.

Y pues yo, estoy aquí relajándome. Aprendiendo a depender de mi misma, aprendiendo a amarme, a encajar, a incluirme, a ser paciente.

Aunque llevo años intentando hacerlo completamente no lo he logrado.

Hay algo en mí que impide hacerlo del todo.

Llevo los días suficientes como para admitir que esta ciudad no me desagrada del todo, el único inconveniente que no me atrevía a admitir en voz alta es que me cuesta vivir con mi abuela ya que podía llegar a ser asfixiante debido a que ella es un poco estricta, arcaica y dramática, muy dramática.

Pero eso era de familia.

Un chico a lo lejos llamó mi atención.

Me miraba fijamente y traté de ignorarlo para motivarlo a seguir su camino.

No captó la indirecta y se dirigió en mi dirección.

—Hola.

Sonreía de una forma extraña, quizás nerviosa.

—Hola —respondo evitando ser descortés.

—Soy Alejandro, ¿Y tú?

Okay, sigue siendo rara la situación.

Inventa un nombre.

—Mi nombre es Alejandra, un gusto.

Y un premio a la ingeniosa June.

No te creo, ¿En serio?

Uy, ¿Ahora qué hago? Soy mala para mentir.

—¿Por qué habría de mentirte?

Si es inteligente se dará cuenta de mi engaño. Responder una pregunta con otra pregunta pone en evidencia a una persona que quiere evadir la verdad.

—No lo sé, dime tú.

Suelto una risa incómoda.

—El que se acercó no fuí yo.

—Es cierto, ¿Aceptarías una invitación a un café?

Y cada vez se pone peor.

De hecho, ya me iba. Me están esperando.

—Ah, entiendo.

Su mirada parece un poco decepcionada, pero nadie lo manda a parecerse un loco.

Me levanto rápidamente y pongo más distancia entre nosotros.

—Quizas coincidamos en otra ocasión —digo dándole un poco de esperanza—. Pasa buenas tardes, Alejandro.

—Igual tú, Alejandra.

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