Capitulo 9

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Un momento, ¿Escuché bien?

No, tiene que ser una ilusión. Agel es una de las personas más moralistas que puede existir, bueno, solo cuando le conviene.

¿Quiere besarme?

Trato de procesarlo,  no puede ser cierto, tiene que ser una jodida ilusión. No me desagrada la idea, siento inclinación por hacerlo, pero desde un principio no quise hacerlo por dos razones; La primera, miedo a su rechazo. La segunda es porque lo aprecio tanto que respeto profundamente que tenga pareja.

Estoy segura que la quiere, y a pesar que no quiero nada más allá que un simple beso, me apego a la idea de que no es lo correcto.

Se aparta de mí y me una sensación de incomodidad me embarga de improvisto.

Rehuyo su mirada y terminamos de cruzar la calle como si nada.

Como si hace apenas unos segundos nuestras bocas no hubiesen tenido un mínimo roce.

¿Porqué me siento así?

Entro al restaurante con él sosteniendo mi mano, aún sin atreverme a hacer contacto visual con él.

Nos atienden inmediatamente y nos ubican en una mesa, no muy lejos de la entrada. El lugar es sobrio, de colores neutros, lo suficientemente atrayente para tener algunos clientes ocupando las mesas del local. El mesero llega a pedirnos la orden y yo me muestro titubeante, dudando en comer. Finalmente, después de pensar bien en lo que quiero, pido mi comida y casualmente Agel pide lo mismo.

Ante ese hecho poso mi mirada en él y me sonríe con una pizca de complicidad.

Esbozo también una sonrisa y al verla se ve mas relajado, como si lo sucedido hace pocos minutos atrás también le hubiese afectado.

Está sentado a mi lado y como si se fuera cuenta de que está cometiendo algún error, deja de sonreír y se sienta a frente de mí.

—Aquí estoy mejor, apartado de la señorita la cual no quiere besarme—. Dice para sí mismo, pero lo suficientemente alto como para poderlo escuchar.

Al tener mis manos encima de la mesa comienzo a jugar con mis dedos y él las toma entre las suyas. Tocando y acariciandolas lentamente, como si quisiera memorizar casa trazo de éstas. De forma repentina, tal y como cuando se alejó de mí, las suelta. Las dejo inmóvil en medio de la mesa y murmura:

—Disculpa si te incomodo, tendré que mantener también mis manos alejadas de tí.

Está actuando como un niño, río internamente.

¿Se está arrepintiendo de algo que no sucedió?

Si es así, su comportamiento es absurdo.

Cuando nos conocimos no marcó límites en la forma de tratarnos, ¿Porqué lo haría ahora?

No sería necesario.

—Ya, Agel—digo frotando mi cara con mi mano derecha—. Jamás me ha molestado o incomodado tu presencia, dudo que desde ahora lo haga. Cuéntame cómo fue tu adaptación en España, en ningún momento que estuviste allá mencionaste algo sobre la ciudad.

Asiente y comienza a hablar de forma enérgica. Verdaderamente le gusta estar allá.

Agel es digno de admiración, cosa que jamás diré en voz alta, quizás se le suban los humos a la cabeza.

Después de vivir en la capital de España por un tiempo, se decidió a conocerla mejor. A pesar de tener un trabajo exigente se pudo permitir explorar todo el país, y en uno de sus tantos viajes, la conoció a ella, su novia.

Nota Discordante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora