Capitulo 15

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Usualmente, cuando ruego que llegue el fin de semana, el tiempo se me pasa muy lento, pero cuando ruego que no llegue, el tiempo me juega una mala pasada.

Ya mi madre lleva tres días aquí.

Que ella esté en el mismo lugar que yo tiene ventajas y desventajas.

Por lo menos las ventajas serían.

La puedo cuidar, consentir y aprovechar que su presencia me levanta el ánimo considerablemente.

Y las desventajas:

Cree que aún soy una niña, por lo tanto aún me rijo por sus reglas, (por mi propio bien), sigue poniéndose intensa a la hora de limpiar o hacer cualquier cosa en la casa, es perfeccionista y maniática por el orden. No me permite comer chocolates como se debe y disfruta verme sufrir por causa de la abstinencia.

Eso es lo que más me frustra, que no me deje ser feliz con mi amado chocolate.

Con lo referente a la celebración del cumpleaños de Joselyn, estoy fingiendo ignorancia. Quizás así me deje tranquila y no me inste a ir. Ella piensa que lo que me falta es interactuar con las personas, pero lo que realmente me falta es un viaje, o tiempo para mí. No tengo que estar con personas para sentirme bien, el mejor bienestar que uno puede sentir es cuando uno está en paz consigo mismo, por lo tanto,  no es necesaria la compañía de otra persona para sonreír.

Pero la mayoría de las personas no entienden eso, creen que al tener más personas a su alrededor, el vacío que tienen en su interior disminuirá, sin saber que, al hacer esto están cavando su propia ruina, ya que la mayoría de las personas, por no decir todas, hacen las cosas según sus propios intereses, sin importarle ningún vínculo, ya sea sanguíneo o sentimental.

Hoy me tocó limpiar la casa, y justamente cuando estoy terminando mi madre entra muy entusiasmada.

La miro confundida.

—¿Qué sucede?

Sonríe y me recorre un escalofrío.

Esa sonrisa no puede significar nada bueno.

Es exactamente la misma sonrisa que pone mi hermana antes de hacer una travesura.

—Aún no me has enseñado como te queda el vestido que Agel te regaló, ¿Cierto?

—Te lo enseñé, pero no me lo puse al enseñarlo.

—Ah, termina de limpiar y te lo pones, quiero ver como te queda.

Y se va, como si no me hubiera actuado de la forma más rara en lo que ha pasado de día.

¿Será que está señora quiere que me ponga el vestido para...?

¡Pero claro! ¿Para qué más sería? Esa mente maquiavélica quiere que dejes infartado a todo mundo.

Al terminar los quehaceres voy camino a buscarlo.

Está aún en la bolsa que Agel me regaló, perfectamente doblado.

La verdad es que no me he animado a usarlo, quizás debería ser hora para darle uso.

El vestido me queda perfecto, ceñido, como una segunda piel, no me queda corto, ni tampoco largo. Es perfecto para ir a una fiesta, y al enseñárselo a mi madre, supe que este es el indicado.

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